La NASA advierte por una anomalía magnética que crece sobre Argentina y debilita los satélites

Actualidad16/07/2025Sergio BustosSergio Bustos
tierra negra
Una anomalía que debilita comunicaciones.

Una abolladura invisible crece sobre el cielo argentino y preocupa a la NASA. Se trata de la Anomalía Magnética del Atlántico Sur (AMAS), una zona donde el campo magnético terrestre pierde fuerza y deja expuestos a los satélites que cruzan la región.

El fenómeno se intensificó en los últimos años y se desplazó 20 kilómetros hacia el oeste, según reportes internacionales. Parte de su extensión abarca territorio argentino, lo que eleva el riesgo para sistemas de comunicación, navegación y servicios estratégicos.

“Es una anomalía magnética única en el planeta”, explicaron desde la agencia espacial. A diferencia de otras regiones donde el campo actúa como escudo, en esta zona el debilitamiento permite que radiación cósmica y partículas solares impacten con mayor fuerza.

La AMAS no afecta directamente a las personas, pero complica la operación de satélites, estaciones espaciales y aeronaves. Incluso, puede generar fallas temporales en dispositivos que dependen de señales de posicionamiento.


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Argentina, Brasil, Bolivia y Paraguay están bajo su influencia. Es una especie de “zona muerta” magnética que los científicos siguen de cerca desde hace décadas. Su origen se encuentra en procesos profundos dentro del núcleo terrestre, por eso no existe forma de revertirla.

La NASA, junto con el Servicio Geológico Británico (BGS) y los Centros Nacionales de Información Ambiental (NCEI), monitorea la evolución de la AMAS y adapta su tecnología para evitar daños. Satélites y sondas espaciales ya se diseñan con blindaje extra para atravesar esta región.

“El monitoreo constante es esencial para anticiparse a los efectos”, señalaron desde el BGS. Además, ajustan las operaciones más delicadas fuera del alcance de la anomalía para reducir riesgos.

El problema no es nuevo, pero su expansión preocupa. El debilitamiento del campo en esta zona permite que los sensores de los satélites se saturen, interrumpiendo misiones científicas o servicios civiles.


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La AMAS se detecta también desde la superficie. Sus efectos alteran instrumentos de medición terrestre y generan errores en registros geofísicos. Aunque no haya forma de detenerla, la observación científica se convirtió en la única estrategia de defensa.

En el futuro, si la tendencia se mantiene, la anomalía podría cubrir más superficie y aumentar la vulnerabilidad tecnológica de la región. Por eso, agencias de todo el mundo destinan recursos a entender cómo evoluciona este fenómeno.

Una falla en el cielo que no se ve, pero se siente. Y que obliga a rediseñar la forma en que la humanidad se conecta desde el espacio.

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