Descubren que una proteína olvidada es vital para evitar la pérdida auditiva progresiva

Actualidad17/07/2025Sergio BustosSergio Bustos
oido proteina
Una proteína para cuidar la audición.

La gamma-actina nunca tuvo protagonismo en los libros de biología, pero ahora aparece como una pieza fundamental para oír. Un estudio reciente reveló que esta proteína es vital para mantener firmes las células del oído interno. Sin ella, la estructura cede y aparece la pérdida auditiva.

El hallazgo surgió en la Universidad de Ginebra y se publicó en marzo de 2025. El equipo, liderado por Sandra Citi, estudió cómo reaccionan las células epiteliales sin gamma-actina. Los resultados sorprendieron: sin esa proteína, las células perdían rigidez, se deformaban y, con el tiempo, dejaban de funcionar bien.

El foco se puso en las células ciliadas del oído, las que captan vibraciones sonoras. Estas células enfrentan estímulos mecánicos constantes, y su estructura debe resistir sin ceder. Ahí entra en juego la gamma-actina, que forma parte del citoesqueleto, el andamiaje interno de cada célula.


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“La gamma-actina genera una red más rígida que la beta-actina”, explicaron los investigadores. Esa diferencia mínima, pero decisiva, sostiene la integridad del oído. En los ratones que usaron como modelo, la eliminación de esta proteína provocó una pérdida auditiva progresiva.

Durante años, la ciencia se centró en la beta-actina y dejó a su hermana gamma en segundo plano. Este nuevo trabajo demuestra que fue un error. La gamma-actina no sólo mantiene la forma celular, también regula el comportamiento de otras proteínas que sostienen las uniones entre células.

Esas uniones, llamadas tight junctions, funcionan como barreras que definen qué entra o sale de un órgano. Aunque la gamma-actina no afecta directamente esa barrera, modifica cómo se mueven las proteínas que la componen, lo que influye en la resistencia general de las células.

El equipo notó que, cuando falta la gamma-actina, las células intentan compensar el vacío: producen más beta-actina y miosina-2A, dos proteínas que alteran el equilibrio natural. Esa compensación no alcanza y termina debilitando la red interna.


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“El cambio no se nota de inmediato”, explicó Marine Maupérin, primera autora del estudio. “Las células aguantan un tiempo, pero después pierden firmeza y la función auditiva empieza a fallar”.

La investigación no se centró exclusivamente en el oído, pero sus implicancias son claras. Especialistas en neurobiología sensorial ya lo consideran un avance importante para entender ciertos tipos de sordera progresiva.

El descubrimiento podría abrir nuevas líneas de tratamiento. Si se comprueba que algunas formas de sordera humana responden a fallas en la gamma-actina, se podrían diseñar terapias para reforzar esa estructura celular.

La pérdida auditiva por envejecimiento afecta a millones. Este hallazgo señala una causa posible y concreta, más allá del deterioro general.


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El estudio también muestra cómo una sola proteína, casi ignorada, puede alterar funciones vitales. La ciencia de precisión se mete cada vez más en los rincones celulares que antes parecían irrelevantes.

El trabajo combinó técnicas de microscopía, análisis mecánico y biología molecular. Fue posible gracias a una red de colaboración entre laboratorios de Suiza, Singapur y Alemania.

“Este es apenas un primer paso”, reconocen los autores, pero ya genera un cambio en cómo se estudian los mecanismos celulares del oído.

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