

El anuncio de Javier Milei de dejar de usar insultos en sus discursos abrió un debate sobre el rumbo de su estrategia comunicacional. El sociólogo y filósofo Marcos Novaro evaluó el giro y advirtió que el Presidente “corre un riesgo alto” si abandona el estilo que lo llevó al poder.


En diálogo con Cadena 3 Rosario, Novaro sostuvo que “el desarrollo humano, Milei, es empezar por respetar a las personas”, marcando la necesidad de un cambio en la forma de dirigirse a la sociedad y a sus adversarios políticos.
El analista recordó que la agresividad verbal fue un elemento central en la campaña libertaria. Según su mirada, este recurso le permitió a Milei canalizar el enojo social y transformarlo en un discurso político de alto impacto.
Sin embargo, hoy advierte un cambio en la percepción ciudadana. “Una parte de la población está cada vez más molesta con esta costumbre”, dijo, y apuntó que la violencia discursiva ya no es vista con la misma tolerancia que en los primeros meses de gestión.
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Para Novaro, el Presidente enfrenta ahora la necesidad de “administrar mejor la acusación y el diálogo” si quiere ampliar su base de apoyo y sostener la gobernabilidad.
Pese a su anuncio de moderación, Milei dejó señales contradictorias. En la misma intervención en que prometió no insultar más, llamó “el idiota de Kicillof” al gobernador bonaerense, lo que para Novaro muestra que “no va a cumplir del todo” con su compromiso.
Este matiz, advirtió, puede tener efectos dentro de su propio electorado. “Su identidad política se construyó en torno a la confrontación”, explicó, y un cambio brusco podría interpretarse como una pérdida de autenticidad.
Novaro también remarcó que “Milei tiene que convencer con hechos”, porque el tono del discurso no alcanza si no se acompaña de resultados concretos en la gestión. La credibilidad, sostuvo, dependerá más de las medidas que de las palabras.
El sociólogo cerró con una proyección sobre el escenario político: “La próxima disrupción en la Argentina va a ser la normalidad”. Con esa frase, sugirió que un candidato moderado podría capitalizar el cansancio social ante la vulgaridad y la agresión en el debate público.
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En este contexto, el giro retórico de Milei se transforma en una apuesta riesgosa: si suaviza el tono, puede perder parte de su identidad; si lo mantiene, corre el riesgo de aislarse frente a un electorado que empieza a exigir más gestión y menos confrontación.








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