Más de 18 mil bajas sacuden a las Fuerzas Armadas con este gobierno

Actualidad16/09/2025Sergio BustosSergio Bustos
ejercito
Bajas en las fuerzas armadas.

La crisis también golpea a los cuarteles. Desde diciembre de 2023, más de 18.600 militares pidieron la baja de las Fuerzas Armadas, según el informe que Guillermo Francos presentó al Congreso.

En menos de dos años, dejaron su uniforme 840 oficiales, 2398 suboficiales y 15.421 soldados voluntarios. El Ejército concentra 14.614 bajas, la Fuerza Aérea 2971 y la Armada 1074.

El impacto es mayor en el servicio militar voluntario, donde los contratos cortos y los bajos salarios hacen difícil retener personal. En el Ejército ya se fueron 12.866 soldados desde que asumió Milei.

Un general en actividad fue tajante: “No es un problema nuevo, lleva diez años, pero no deja de ser alarmante y preocupante”.

Otros sectores relativizan el fenómeno. “Además de las bajas hay retiros, que son parte de la rotación normal. Desde el punto de vista estadístico no representa alarma”, sostienen cerca de la conducción castrense.


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La sangría se concentra en las grandes ciudades. En Buenos Aires y Córdoba los costos de vida son altos y las ofertas laborales más atractivas. Un cabo enfermero en un hospital militar cobra $500.000; en el sector privado llega al doble.

Los gobiernos locales también captan militares jóvenes para sus propias policías. Ofrecen sueldos superiores, cobertura de salud y reconocimiento de antigüedad. Eso explica la fuga de oficiales y suboficiales hacia fuerzas provinciales y municipales.

El malestar se potencia con la crisis del Iosfa, la obra social de militares y fuerzas de seguridad. Con una deuda de $210.000 millones, el organismo suspendió prestaciones en varias provincias y profundizó el enojo de los afiliados.

El atraso salarial es otro factor central. Un subteniente o alférez cobra $806.000, mientras que un capitán apenas supera $1,1 millones. Muchos quedan por debajo de la línea de pobreza.


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El problema se arrastra desde hace años. La equiparación con las fuerzas de seguridad nunca se concretó y la inflación pulveriza los ingresos. “El estilo de vida militar suele obligar a tener un solo ingreso familiar. Eso agrava la situación”, reconocen en los cuarteles.

La falta de equipamiento también mina la vocación. Soldados del Ejército siguen usando fusiles FAL de la época de Malvinas, con más de 70 años de antigüedad. “Los morteros pesados pasan años sin munición y la artillería recibe apenas proyectiles para un ejercicio anual”, describen.

El contraste con países vecinos es evidente. En Chile o Brasil las fuerzas entregan uniforme y botas, mientras que en Argentina “apenas se cubre un 20% de las necesidades anuales”.

Esa combinación de bajos salarios, equipos obsoletos y falta de estímulos profesionales explica la magnitud de las bajas. El plantel actual ronda los 83.000 efectivos y no logra compensar la pérdida con los egresos de las escuelas militares.

La sangría militar se suma a un clima económico y social complejo. El Gobierno relativiza el impacto, pero las cifras marcan un deterioro inédito en la vida castrense.

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