
Cómo operan las bandas narcos en la Argentina: uso de menores, trata de personas y territorios
Actualidad26/09/2025
REDACCIÓN
El narcotráfico en Argentina se consolidó como una de las problemáticas más graves en materia de seguridad y tejido social. Las organizaciones criminales han construido estructuras capaces de controlar territorios completos, marcando con violencia y amenazas su presencia en distintos barrios. Su principal base de operaciones se concentra en ciudades como Rosario y en amplias zonas del conurbano bonaerense, aunque su alcance ya no se limita a estos lugares.


Los grupos narcos despliegan un esquema con múltiples niveles. Desde la importación mayorista de estupefacientes provenientes de Bolivia, Perú y Paraguay, hasta la distribución minorista en kioscos fijos o en modalidades móviles. Los llamados “búnkeres” funcionan como puntos de venta a los que los vecinos identifican con facilidad, pero que resultan difíciles de erradicar por la connivencia o corrupción en ciertos sectores estatales.
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La violencia es parte estructural de su estrategia. “Los narcos utilizan armas y amenazas para garantizar el control del territorio”, señalaron fuentes de seguridad consultadas. Este esquema incluye sicariato, extorsión y hasta “servicios” de seguridad ilegal para comerciantes y vecinos, lo que profundiza la dependencia y el miedo en las comunidades más afectadas.
Uno de los aspectos más alarmantes es la utilización de menores de edad. Reclutados bajo amenazas, engaños o promesas de dinero rápido, son empleados como vendedores, vigías o mensajeros. “Hay chicos involucrados directamente en la vigilancia y en la comercialización de drogas”, confirmaron investigadores policiales. Esta práctica amplía el impacto social, porque atrapa a jóvenes que muchas veces carecen de otras oportunidades.
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El avance tecnológico también modificó las dinámicas del negocio. Las redes sociales y aplicaciones de mensajería pasaron a ser herramientas habituales para promocionar sustancias, contactar clientes o coordinar entregas. Estas plataformas permiten mayor rapidez y menor exposición frente a controles, lo que dificulta la tarea de las fuerzas de seguridad. Además, refuerzan la capacidad de los grupos para reclutar integrantes y difundir mensajes de intimidación.
El narcotráfico no se limita a la droga. Estas bandas también participan en la trata de personas con fines de explotación sexual, el contrabando de armas y la recaudación mediante extorsiones. La diversificación de delitos convierte a estas organizaciones en redes criminales con capacidad de control territorial y económico.
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En los barrios más golpeados, la combinación de narcotráfico y marginalidad genera un círculo difícil de romper. La venta de drogas se convierte en la fuente principal de ingresos para muchos hogares, y la violencia se instala como un elemento cotidiano. La presencia de menores en las esquinas o en las redes digitales evidencia la dimensión social del problema.
Frente a este escenario, los especialistas coinciden en que las políticas de seguridad deben ir acompañadas de programas de inclusión social sostenidos en el tiempo. La prevención, la educación y la generación de alternativas laborales son tan necesarias como los operativos policiales. Sin un abordaje integral, las organizaciones criminales seguirán ocupando espacios que deberían pertenecer al Estado.

















