
El tiempo devora dólares: cómo las demoras en pagos internacionales golpean a las empresas argentinas
Actualidad06/10/2025
Sergio Bustos
En el mundo de los negocios globales, el tiempo puede ser el peor enemigo financiero. Para las empresas argentinas que exportan, cada día de espera entre el cobro y la liquidación representa una pérdida real, provocada por la volatilidad del peso.


No se trata de burocracia ni de papeles. El verdadero obstáculo son los días perdidos hasta que un pago transfronterizo llega a destino. En ese lapso, la devaluación se come parte del dinero ganado.
Este fenómeno, conocido como riesgo de devaluación de las liquidaciones, afecta a toda la economía exportadora. Un sector que mueve alrededor de u$s80.000 millones al año, con pilares en la agricultura, el litio, la energía y la economía del conocimiento.
Aunque las empresas argentinas adoptaron prácticas modernas, siguen atadas a una red bancaria obsoleta. Las transferencias internacionales pueden demorar entre tres y siete días, un tiempo suficiente para que la brecha cambiaria haga estragos.
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“Para cuando los fondos llegan, su valor puede haber caído notablemente”, reconocen empresarios del sector agrícola. Las operaciones financieras no acompañan el ritmo real del comercio exterior.
Un ejemplo lo deja claro. Si un exportador factura u$s1 millón y el peso se devalúa 5% en una semana, el poder de compra de esa liquidación se reduce a u$s950.000. En siete días se esfuman u$s50.000 sin que la empresa haya tocado el dinero.
Multiplicado por miles de transacciones, el costo para el país es enorme. La pérdida acumulada representa millones de dólares evaporados en los pasillos del sistema financiero internacional. No es un problema aislado, sino una falla estructural.
Ante este escenario, muchas firmas optaron por dolarizar contratos o usar monedas estables para conservar valor. De hecho, más del 60% de las operaciones criptográficas en Argentina se realizan con stablecoins, según datos privados.
Sin embargo, estas herramientas no resuelven el cuello de botella más importante: mover dinero rápido a través de las fronteras. Proteger el valor es útil, pero no alcanza si los fondos siguen demorando en llegar.
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La solución requiere infraestructuras de pagos diseñadas para minimizar tiempos y costos, integrando la moneda local en redes globales que permitan transferencias ágiles y eficientes. “El objetivo es que las empresas conserven lo que ganan, no que lo pierdan en el camino”, señalan especialistas.
Reducir estas demoras no se limita a combatir la inflación. Se trata de proteger el valor en la etapa más vulnerable: la liquidación internacional. Ahí es donde hoy se pierden millones de dólares sin resistencia.
Argentina tiene recursos naturales, capacidad exportadora y talento humano. Lo que falta es una infraestructura financiera que acompañe ese ritmo. Sin vías rápidas para mover capital, cada operación queda expuesta a un riesgo cambiario que ningún empresario controla.
La estabilidad en las transferencias genera certeza, y esa certeza construye confianza. Si las empresas pudieran liquidar en tiempo real, conservarían su poder de compra y ganarían competitividad frente a competidores globales.
En un contexto de devaluaciones frecuentes y sistemas lentos, el tiempo es dinero en su sentido más literal. Resolver este problema no es un lujo: es una necesidad para sostener las exportaciones argentinas.




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