Volver a estudiar en tiempos de inteligencia artificial redefine el modo de aprender y pensar

Actualidad14/10/2025REDACCIÓNREDACCIÓN
Estudiantes
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Volver a la universidad en 2025 implica mucho más que retomar apuntes y rutinas académicas: implica decidir cuánto pensar por cuenta propia y cuánto delegar en la inteligencia artificial. Esa es la reflexión central de Paulette Delgado, quien compartió su experiencia en la columna “Diez años después: volver a estudiar en un mundo dominado por la IA”, publicada por el Observatorio del Instituto para el Futuro de la Educación del Tec de Monterrey.

Su regreso al aula una década después la enfrentó a un entorno completamente distinto. De Blackboard a Canva, del papel a los repositorios digitales, del esquema presencial al modelo híbrido, todo cambió en la forma de enseñar y aprender. Las herramientas actuales permiten un acceso más ágil al material, una gestión más flexible del tiempo y una comunicación constante entre docentes y estudiantes.


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Sin embargo, el cambio más profundo aparece en la práctica de estudio. Delgado incorporó asistentes como ChatGPT, TECgpt, NotebookLM y Logically para tareas que antes requerían largas horas de búsqueda, lectura y redacción. Lo hizo sin entusiasmo ciego: primero dudó por temor profesional, pero terminó adoptándolos porque mejoran la comprensión de textos complejos y sostienen la atención en lecturas extensas, especialmente en su caso, dado que convive con dislexia.

Aun así, la autora marca un límite que resume el dilema actual: “Antes era, o leíste, o no leíste; ahora es: o leíste tú, o leyó ChatGPT”. La frase opera como advertencia sobre el riesgo de delegar por completo la tarea intelectual en una máquina. Cuando la herramienta sustituye etapas esenciales del proceso, el esfuerzo cognitivo se reduce y los textos se vuelven más homogéneos, con voces que pierden autenticidad.


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Lejos de rechazar la tecnología, Delgado propone fijar reglas claras de uso que mantengan la lectura y el análisis como ejes formativos. No se trata de prohibir, sino de reconocer qué momentos requieren asistencia digital y cuáles necesitan reflexión individual. La autora sostiene que cada estudiante debe definir su propia ética de estudio, que preserve la autoría y la autonomía frente a un entorno cada vez más automatizado.

El texto no idealiza el pasado, sino que valora los avances reales que mejoraron el acceso al conocimiento: bibliotecas abiertas, colaboración en línea, clases grabadas y retroalimentación inmediata. El problema, advierte, comienza cuando la comodidad reemplaza la práctica del pensamiento crítico y el contacto directo con los textos.


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Su propuesta es concreta: usar la IA para explorar bibliografía, pero leer personalmente los textos centrales; permitir que asista en borradores, pero revisar siempre la versión final. En ese equilibrio, afirma, reside la diferencia entre depender de la tecnología y servirse de ella para aprender mejor.

La columna describe una transición que ya atraviesa universidades, posgrados y cursos profesionales. En un mundo donde casi todo puede automatizarse, estudiar vuelve a ser elegir: qué hacer con ayuda y qué hacer a mano. Esa decisión, dice Delgado, es hoy parte esencial del aprendizaje.

Fuente: Infobae.

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