La continuidad de Nicolás del Caño, Myriam Bregman y Romina Del Plá: ¿gesto de solidez o escenografía para pocos?

Política27/10/2025REDACCIÓNREDACCIÓN
Romina Del Plá, Nicolás Del Caño, Myriam Bregman
Romina Del Plá, Nicolás Del Caño, Myriam Bregman

A lo largo de la última década, Nicolás del Caño se consolidó como el rostro más visible del FIT-U, tras su ingreso al Congreso en 2013. Desde entonces, ha mantenido una actividad parlamentaria sostenida pero con escasa llegada a la discusión mayoritaria. Uno de sus proyectos más destacados fue la legalización integral del cannabis, que buscó despenalizar el consumo personal y regular su uso medicinal e industrial. “Los debates se están dando al revés, nuestro país ya debería haber despenalizado la tenencia para consumo personal”, sostuvo el legislador al presentar la iniciativa, una de las pocas de su bloque que alcanzó visibilidad nacional.

En paralelo, Myriam Bregman combinó su labor parlamentaria con la militancia en causas de derechos humanos. Desde su primera banca en 2015, impulsó proyectos sobre memoria, género y transparencia institucional. Entre los más significativos, figura la propuesta para abrir los archivos de la represión y garantizar el acceso público a la información sobre crímenes de lesa humanidad, respaldada por organismos de derechos humanos. También fue autora de un proyecto para la creación de un sistema nacional de emergencia en violencia de género, presentado en 2022 y debatido en comisiones sin lograr dictamen favorable.


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Por su parte, Romina Del Plá mantiene el perfil sindical-educativo del bloque. Desde su ingreso en 2017, ha promovido leyes orientadas a los trabajadores de la educación y a la defensa del salario docente. En los últimos años presentó iniciativas como el pase a planta permanente de los trabajadores estatales precarizados, y la derogación del impuesto al salario, que aún esperan tratamiento. En sus intervenciones suele insistir en que “los trabajadores deben tener representación real, no simbólica”.

Aun con esta producción legislativa, los tres referentes del FIT-U enfrentan cuestionamientos sobre el impacto concreto de sus proyectos. Ninguna de sus iniciativas logró aprobación plena en el Congreso, y la mayoría quedó archivada o en comisión. Sus defensores sostienen que el valor del bloque radica en la coherencia ideológica y en su rol de contrapeso ético frente a los grandes partidos. Sus detractores, en cambio, remarcan que su permanencia funciona más como testimonio político que como vehículo de transformación efectiva.


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La continuidad del FIT-U garantiza una voz crítica en el recinto, pero también expone las limitaciones de una izquierda que no logra romper el cerco testimonial. En un Congreso donde las negociaciones se definen entre oficialismo y oposición tradicional, su influencia se diluye más allá de los discursos. La pregunta que persiste es si la izquierda busca consolidar su lugar como minoría simbólica o si aspira, alguna vez, a disputar poder real.

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