El Comando Vermelho, el imperio del crimen que desafía al Estado brasileño

Actualidad31/10/2025Sergio BustosSergio Bustos
comando vermelho
El Comando Vermelho asole Río.

El Comando Vermelho dejó hace tiempo de ser una banda de presos y se convirtió en un poder paralelo dentro de Brasil. Lo que comenzó como una alianza de autodefensa en una prisión durante la dictadura, hoy es una estructura criminal con alcance regional, capaz de desafiar al Estado en pleno siglo XXI.

2.500 agentes participaron del mayor operativo policial en la historia de Río de Janeiro. La “Operación Contención” tuvo como blanco a los líderes del CV en los complejos de favelas Alemão y Penha, epicentro de un conflicto armado que paralizó barrios enteros. “Ya no es crimen común, es narcoterrorismo”, dijo el gobernador Cláudio Castro.

El grupo nació en la década de 1970 en la prisión de Ilha Grande, donde presos comunes y guerrilleros políticos compartían celdas bajo el régimen militar. De esa convivencia forzada surgió una alianza de protección mutua que pronto derivó en una organización con códigos propios y estructura jerárquica, conocida entonces como Falange Vermelha.


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Con el paso del tiempo, los ideales de justicia social se diluyeron y dieron paso a un negocio de escala continental. El Comando Vermelho se convirtió en el principal operador del narcotráfico en Río, con vínculos con cárteles colombianos y rutas que cruzan Bolivia, Paraguay y Uruguay. Según Insight Crime, la organización cuenta con más de 30.000 integrantes activos en Brasil.

Durante los años 80 y 90, la expansión fue imparable. El traslado de sus líderes a distintas cárceles del país diseminó su influencia por todo el sistema penitenciario, convirtiendo a las prisiones en centros de comando. A la vez, el grupo consolidó su poder social en las favelas, donde impone reglas, financia servicios básicos y reemplaza al Estado ausente con su propio orden interno.

Las disputas con otras facciones, como el Primeiro Comando da Capital (PCC), derivaron en masacres dentro y fuera de las cárceles. La alianza entre ambos grupos se rompió en 2016, provocando una ola de violencia que se extendió incluso a Paraguay, donde hubo motines sangrientos entre miembros de ambas organizaciones.


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El Comando Vermelho controla el tráfico de drogas y armas, pero también extorsiona, secuestra y maneja préstamos ilegales. En los últimos años incorporó tecnología para sostener su economía criminal. La Policía Civil desarticuló una aplicación móvil de transporte clandestino, llamada Rotax Mobili, que servía para financiar el narcotráfico y generaba más de 180.000 dólares mensuales.

Aunque sus líderes más conocidos; “Fernandinho Beira-Mar”, “Marcinho VP” y “Marreta”; están presos, siguen dirigiendo las operaciones desde las cárceles federales. “Beira-Mar”, detenido en 2001 en Colombia, continúa siendo considerado el máximo jefe del CV, con conexiones que se extienden a exguerrilleros y bandas del norte.

A pesar de las operaciones y los arrestos, el Comando Vermelho mantiene el control de amplias zonas de Río, donde cada incursión policial termina en un baño de sangre. En esas barriadas, la frontera entre autoridad y criminalidad se desdibuja, y el Estado solo entra con fusiles.


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“El CV no solo trafica drogas, administra territorios, impone justicia y gobierna desde el miedo”, resume un investigador de la Universidad Federal Fluminense. Su poder se sostiene en la desigualdad, la corrupción y la ausencia de políticas sociales duraderas.

El operativo de esta semana no promete el fin del grupo, pero sí marca un intento de recuperar el territorio perdido. En Río, el ruido de los helicópteros y los disparos recordaron que la guerra narco no es solo de los barrios: es una batalla por el control del Estado brasileño.

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