

La designación del teniente general Carlos Alberto Presti como nuevo ministro de Defensa abrió un capítulo inédito en la historia democrática argentina. Es la primera vez desde 1983 que un militar ocupa esa cartera, una decisión que genera impacto político y reaviva debates sobre el lugar de las Fuerzas Armadas en el escenario actual.


Desde el retorno de la democracia, todos los ministros de Defensa fueron civiles, una regla no escrita que se mantuvo durante más de cuatro décadas. En ese listado aparecen nombres como Horacio Jaunarena, figura clave de la transición, y Nilda Garré, la primera mujer en encabezar el área.
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La llegada de Presti rompe esa tradición. Su perfil, marcado por una extensa trayectoria institucional, es interpretado como un gesto fuerte del gobierno libertario, que sostiene una agenda de reorganización militar y un nuevo enfoque estratégico para el área.
El nombramiento se da en un contexto en el que se discute el rol de las Fuerzas Armadas y su vínculo con la seguridad interior, un tema siempre sensible en la política argentina. La presencia de un militar en el máximo cargo de la Defensa agrega un condimento adicional a esa discusión.
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Para el oficialismo, la elección responde a la necesidad de ordenar la estructura militar con alguien que conozca desde adentro los mecanismos operativos. Para sectores críticos, en cambio, abre interrogantes sobre el rumbo institucional en un país con historia reciente marcada por la memoria y los derechos humanos.
El nuevo ministro asumirá en los próximos días y su gestión será observada de cerca por referentes políticos, organismos y especialistas en defensa nacional.








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