
Exclusivo #LA17: Estado, soberanía y ciencia en manos de argentinos en la base Marambio
Actualidad01/12/2025
REDACCIÓN
La Antártida suele aparecer en el mapa como un gran bloque blanco en el extremo del planeta, pero para el Estado argentino es desde hace más de un siglo un territorio de trabajo cotidiano, decisiones políticas y presencia sostenida. Desde la base Marambio, el vicecomodoro Juan Alberto Gómez, jefe de la dotación 57 del Comando Conjunto Antártico, repasó en diálogo con #MODO17 por #LA17 el rol del país en el continente blanco y la tarea de las y los argentinos que mantienen actividad durante todo el año. “La presencia ininterrumpida y permanente hace ya 121 años firma nuestros reclamos o nuestro punto de vista dentro de lo que es el consorcio de las Naciones y dentro de lo que está regulado por el Tratado Antártico”, explicó al describir la dimensión política de cada campaña.


En Marambio, la rutina diaria combina la vida de cuartel con la exigencia de un ambiente extremo. Mientras en Puerto Madryn la temperatura ronda los 15 grados, en la base el termómetro marca otros números. “La temperatura acá estamos casi -6 grados, y la sensación térmica en -12 grados con un viento de 18 km por hora”, contó Gómez, y aclaró que se trata de un día “tranquilo”, muy distinto a jornadas de verano antártico con registros de -20 o -25 grados. Ese clima obliga a una organización precisa para sostener servicios básicos, mantenimiento edilicio y operaciones de vuelo.
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El despliegue argentino en la Antártida se apoya en una estructura estatal robusta. El vicecomodoro recordó que “Argentina tiene siete bases permanentes y seis bases temporarias que se habilitan solamente durante la campaña de verano”, que va de diciembre a fines de febrero o principios de marzo. Marambio es una de las bases permanentes y funciona como nodo logístico por su pista para aeronaves Hércules y por la presencia de dos helicópteros Bell 212 de la Fuerza Aérea. Desde allí se realizan abastecimientos, traslados de personal, tareas de apoyo a otras bases y evacuaciones médicas cuando surge una emergencia.
La planificación de cada campaña requiere un año completo de preparación en territorio continental. Gómez detalló que, desde la creación del Comando Conjunto Antártico, se dicta un curso específico para quienes integran las dotaciones. “Dura un año y uno ve distintas materias y se va formando en distintas habilidades necesarias para venir acá a la Antártida para estar un año”, señaló, y agregó que el proceso incluye estudios psicofísicos rigurosos. En ese esquema confluyen efectivos de Fuerza Aérea, Ejército y Armada, además de personal civil técnico y científico que depende de organismos nacionales.

Las bases no funcionan solo como símbolos sobre el hielo. La mayor parte del esfuerzo diario sostiene investigación y tareas de observación que se planifican desde el Estado nacional. “La función de la base Marambio como todas las bases antárticas es el apoyo al estudio científico”, remarcó Gómez. En la dotación conviven militares, personal del Servicio Meteorológico Nacional, especialistas de la Dirección Nacional del Antártico y biólogos que monitorean fauna y flora, con estudios sobre comunidades de pingüinos, el comportamiento del clima y las particularidades del ecosistema polar. Esos datos alimentan redes de información globales y respaldan el lugar de Argentina en las decisiones que se toman sobre el continente.
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El trabajo no se reduce a la ciencia. La base exige un mantenimiento constante en un entorno donde todo se desgasta más rápido. Gómez recordó que Marambio “se creó en 1969” y que la acción del clima obliga a sostener reparaciones permanentes en edificios y pista. Las secciones de helicópteros permanecen en alerta ante cualquier accidente en el hielo, desde caídas con fracturas hasta enfermedades que requieren evacuación en Hércules hacia el continente. La organización del Estado prevé protocolos para cada caso y demuestra hasta qué punto la presencia antártica implica logística, coordinación y recursos públicos.
La vida cotidiana también forma parte de esa política de presencia. La jornada arranca a las ocho de la mañana y se extiende hasta las cinco de la tarde de lunes a viernes, con actividad reducida los sábados y descanso los domingos. “Gracias a Dios tenemos internet, así que podemos ver televisión, hay gente que estudia a distancia, desde acá con sus carreras”, contó Gómez. Tareas personales y contacto regular con las familias sirven para contener el impacto del aislamiento, un factor tan importante como la infraestructura cuando se piensa un año entero en la base.

La experiencia personal del vicecomodoro se apoya en una trayectoria larga dentro de la Fuerza Aérea, pero él mismo subrayó el valor de la formación antártica específica y del trabajo en equipo. “Me apoyo mucho en personal que tengo que ya tiene experiencia antártica”, indicó. La dotación actual ronda las 70 personas durante el año, cifra que puede trepar hasta 150 o 200 durante la campaña de verano cuando llegan más científicas y científicos con proyectos puntuales. Esa masa de gente sostiene día a día la presencia argentina al sur del sur.
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Gómez dedicó un tramo de la charla a la historia antártica del país, que considera poco difundida. Recordó la creación de bases, las hazañas del general Pujato, los vuelos pioneros de Olezza y Marambio, y el rol de las primeras mujeres que pisaron el continente. “Hay una base que hoy en día es transitoria, la base Melchior, en esa base estuvieron las primeras cuatro mujeres que vinieron a la Antártida”, relató, y destacó que ellas trabajaron “a puro pico y pala” con ropa adaptada de hombre porque no existía equipamiento antártico femenino. En su dotación actual hay 16 mujeres, a quienes ve como herederas directas de aquellas pioneras.
La presencia estatal en la Antártida incluye además una dimensión legal y ambiental que condiciona cualquier actividad. El vicecomodoro señaló que el turismo no se encuentra habilitado en forma libre y que cualquier visita requiere coordinación con el Comando Conjunto Antártico. “La Antártida es un continente que necesita mucho cuidado en cuanto al ecosistema”, advirtió, al explicar por qué se restringe el acceso y se analizan regulaciones antes de abrir más puertas a cruceros o veleros. Esa prudencia busca evitar impactos irreversibles en un ambiente frágil.
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Una parte del imaginario popular asocia la experiencia antártica con sufrimiento extremo, algo que Gómez quiso desarmar sin ocultar las dificultades. “Las instalaciones donde estamos son buenas instalaciones, tenemos calefacción, tenemos agua corriente, agua caliente, tenemos internet”, enumeró, para llevar tranquilidad a familiares y oyentes. Al mismo tiempo recordó que las inclemencias del tiempo siguen presentes y que quienes integran las dotaciones asumen el compromiso de pasar un año lejos de casa para sostener una tarea que combina ciencia, soberanía y servicio público.




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