Jacobacci realiza su primera exportación de carne a mercados árabes

La noticia se siente como un corte limpio en la rutina de la Región Sur. Desde Ingeniero Jacobacci partió el primer contenedor de carne ovina de la zafra 2025/26, con certificación Halal y destino en mercados árabes, una plaza que viene creciendo en el comercio internacional y que paga por estándar, calidad y continuidad.

No se trata de una venta suelta. La salida del contenedor implica coordinación de cadena completa: compra de hacienda, faena, trozado, congelado, empaque, controles y logística. Todo eso, desde una ciudad que suele quedar lejos del centro de las decisiones, ahora metida en una ruta comercial que cruza fronteras.

El dato central es el método Halal. Esa certificación valida que el proceso cumple requisitos específicos para consumidores y compradores de países islámicos. En la práctica, funciona como habilitación comercial: sin ese sello, el producto no entra. Con ese sello, el cordero patagónico compite de igual a igual en un segmento que exige precisión.

La operación llega después de años de trabajo para recomponer la cadena ovina. En la Región Sur, el ovino no es un tema de moda: es identidad productiva. Pero también es una actividad golpeada por vaivenes de precios, clima, costos y falta de escala. Por eso, cada paso exportador tiene peso propio: empuja a los productores, ordena la demanda y reabre la discusión sobre inversión y continuidad.

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En ese camino aparece el frigorífico. La modernización de la planta y la adecuación a estándares internacionales no se resuelve con un anuncio. Pide equipamiento, protocolos, capacitación y una rutina de controles que no admite improvisación. El envío de la zafra 2025/26 marca que ese proceso ya no queda en papeles: se traduce en un contenedor que sale.

La operatoria la sostienen la Cooperativa J.J. Gómez y la firma PG Trading, con una proyección concreta: 10 envíos durante la temporada. Ese número cambia el tono de la historia. Si hay diez contenedores, hay calendario, planificación, compras programadas y volumen sostenido. Y, sobre todo, hay margen para que la cadena vuelva a ordenar cuentas.

En Jacobacci, una planta activa no sólo significa actividad industrial. Mueve transporte, frío, mantenimiento, proveedores, embalajes, controles y más circulación de dinero en comercios y servicios. Cuando el frigorífico trabaja, se nota en la ciudad y también en los parajes. En un territorio amplio y con distancias largas, el empleo local toma valor doble.

El impacto también se lee hacia atrás, en los campos. La exportación tiende un puente entre el productor y el mercado final: si el destino exige volumen y regularidad, la cría y el engorde ganan previsibilidad. Eso permite planificar mejor, sostener personal, mejorar manejo y apuntar a animales con condiciones comerciales claras.

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La Región Sur, además, pelea contra una idea instalada: que el valor se genera siempre lejos. Este envío rompe ese esquema. No sale desde un puerto grande ni desde una capital provincial. Sale desde Jacobacci, con trabajo local y con un producto que suma valor por su certificación y por el cumplimiento de un estándar que no perdona errores.

La carne ovina patagónica juega con atributos fuertes: origen, calidad, tradición productiva. Pero el mundo compra con papeles, trazabilidad y garantías. El Halal suma esa puerta de entrada, y el contenedor funciona como prueba de que la región puede cumplir con ese nivel.

También hay un mensaje hacia el mapa político-productivo: la Región Sur entra en conversación exportadora. No como anécdota turística, sino como cadena que vuelve a generar oportunidades para la gente. Si el plan de envíos se sostiene, el ovino recupera lugar como motor real, con empleo y movimiento económico.

En tiempos donde todo se mide por continuidad, Jacobacci apuesta a eso: repetición de envíos, mejora de procesos y presencia en mercados que demandan cada vez más. El primer contenedor abre la temporada. Lo que viene ahora es sostener el ritmo.