
La puesta en marcha de la Nueva Vicentin perfila un mercado de aceites mucho más concentrado
Actualidad28/12/2025
Sergio Bustos
El escenario agroindustrial argentino se encamina hacia una transformación profunda tras las novedades en torno a la gestión de los activos de Vicentin. Con la aparición de la denominada Nueva Vicentin, bajo el control operativo del grupo Grassi, el mercado oleaginoso local podría ingresar en una etapa de acumulación de poder comercial inédita. Este esquema se apoya en una alianza estratégica con los gigantes Cargill y Bunge, una movida que genera atención en todo el cordón portuario santafesino por su capacidad de influir en los precios y volúmenes de exportación.


Antes de su crisis financiera y posterior cese de pagos, la firma nacida en Avellaneda se consolidaba como el referente indiscutido en los embarques de subproductos de soja. La parálisis de su operatoria directa en 2020, que derivó en un extenso concurso de acreedores, obligó a la compañía a funcionar exclusivamente bajo la modalidad de molienda a fazón. Este sistema permitió que otros jugadores del sector utilizaran sus instalaciones para procesar granos, lo que paradójicamente fomentó una mayor diversidad de exportadores en las estadísticas oficiales de los últimos años.
Los números reflejan que la inactividad de la empresa como actor independiente desconcentró el negocio. En 2019, la combinación de la firma concursada con su socia Viterra y el complejo Renova acaparaba casi el 33% de los derivados oleaginosos despachados al exterior. Sin embargo, para 2024 la participación de la ex Oleaginosa Moreno se ubicó en el 25%, mientras que otros competidores como ACA, Molinos Agro y Cofco lograron capturar pequeñas porciones de ese mercado que quedó vacante.
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El plan de negocios que impulsa ahora el grupo Grassi busca revertir esa tendencia de atomización mediante acuerdos con empresas de capitales globales. La estructura se vuelve más compleja al considerar que Bunge se encuentra en pleno proceso de fusión con Viterra, lo que sumado a la coordinación con Cargill, crearía un bloque exportador con una posición de dominio difícil de desafiar. Esta sinergia permitiría originar mercadería y consolidar embarques desde una plataforma logística que recuperaría su antiguo esplendor operativo.
Durante el proceso legal conocido como cram down, la rivalidad entre los interesados por los activos fue sumamente agresiva. La disputa no se centró únicamente en el valor de los fierros o la tecnología de las plantas industriales, sino en el valor estratégico de controlar la capacidad de molienda en el Gran Rosario. El consorcio formado por Molinos Agro y Louis Dreyfus Company (LDC) compitió palmo a palmo con el bloque liderado por Grassi, entendiendo que quien maneje esas terminales tendrá la llave de la competitividad en el sector.
En cuanto al estado de las instalaciones, el informe de los interventores detalla que se iniciaron las paradas técnicas necesarias para garantizar la continuidad productiva. En la planta de Ricardone, las líneas de producción ya fueron detenidas para realizar las tareas de mantenimiento anual con vistas al ciclo comercial de 2026. Por su parte, la terminal de San Lorenzo programó un cese de actividades para enero en su línea de 10.000 toneladas, mientras que la secundaria de 6.000 toneladas hará lo propio en febrero.
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Estas inversiones de mantenimiento, fundamentales para que la maquinaria no pierda valor ni eficiencia, demandan un desembolso estimado de entre 7,2 y 8,7 millones de dólares. Estos fondos deben ser garantizados por los grupos que participan de la disputa por el control de la empresa, asegurando que los activos lleguen en condiciones óptimas al momento del traspaso definitivo. La inyección de capital es el requisito indispensable para que las chimeneas vuelvan a humear a pleno rendimiento tras años de incertidumbre jurídica.
La consolidación de este nuevo polo agroexportador marcaría el fin de una etapa de transición donde actores más pequeños habían logrado asomar la cabeza. Si el plan del grupo Grassi se ejecuta según lo previsto, la Nueva Vicentin dejará de ser una prestadora de servicios para terceros y volverá a ser el motor de un esquema de ventas concentrado en pocas manos. Esta situación pone bajo una nueva perspectiva la soberanía sobre los saldos exportables de la principal cadena de valor de la economía argentina.
El mercado observa con cautela cómo se reacomodan las piezas de un rompecabezas que involucra a las cerealeras más poderosas del mundo operando en territorio santafesino. La integración entre la capacidad instalada local y el financiamiento internacional parece ser la salida definitiva para un conflicto que se extendió por más de un lustro. El resultado final determinará quién tendrá el peso suficiente para definir el rumbo de la agroindustria nacional en la próxima década.






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