


El mosquito del dengue no muere con el frío. Un estudio desarrollado por el Grupo de Estudio de Mosquitos de la UBA reveló que el Aedes aegypti puede sobrevivir al invierno mediante un proceso natural que lo mantiene en estado latente durante varios meses.
La investigación confirmó que los huevos del mosquito activan un mecanismo de resistencia. Ese proceso se llama diapausa. Consiste en una interrupción del desarrollo embrionario que reduce el metabolismo y permite resistir condiciones ambientales extremas como el frío y la sequedad.
Los científicos comprobaron este comportamiento en laboratorio. Dividieron mosquitos en dos grupos: uno bajo condiciones de invierno y otro bajo clima simulado de primavera. Los huevos del primer grupo resistieron mejor el frío y tardaron más en eclosionar.
El disparador de este fenómeno es la luz solar. Cuando el fotoperíodo se acorta, como ocurre en otoño e invierno, los huevos entran automáticamente en estado de latencia. Esa pausa metabólica puede durar semanas o incluso meses sin afectar la viabilidad del embrión.
La bióloga Sylvia Fischer lideró el trabajo junto a su equipo. Destacó que estos nuevos datos ayudan a comprender por qué el mosquito se extiende hacia regiones más frías. “Sumamos unos porotitos más”, expresó con orgullo tras la publicación del informe.
Los resultados se publicaron en la revista Journal of Insect Physiology. El artículo detalla cómo se diseñó el experimento, cuáles fueron las condiciones climáticas utilizadas y qué diferencias se observaron entre huevos de distintas poblaciones de mosquitos.
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Los investigadores también analizaron muestras recolectadas en la Costa Atlántica. Tomaron huevos en San Bernardo y los compararon con los de la Ciudad de Buenos Aires. Ambos grupos mostraron la misma capacidad de entrar en diapausa.
Esto sugiere que la habilidad no es exclusiva de una región. El mosquito habría desarrollado este mecanismo en distintas zonas, lo cual refuerza la hipótesis de que puede adaptarse a nuevos ambientes con facilidad creciente.
Otra observación relevante fue la eclosión escalonada. No todos los huevos nacen al mismo tiempo. Algunos esperan mejores condiciones. Esa estrategia biológica permite que al menos una parte de la población sobreviva aunque cambie el clima o haya falta de agua.
El cambio climático aparece como un factor clave. Las estaciones se vuelven más difusas. Hay menos inviernos rigurosos. Eso favorece al mosquito. Puede mantenerse activo en lugares donde antes desaparecía durante varios meses.
La ciencia confirma lo que ya se veía en el territorio. En los últimos años, los brotes de dengue se expandieron hacia zonas templadas. La enfermedad dejó de ser exclusiva del norte argentino. Llegó con fuerza a Buenos Aires y la región central.
El mosquito ahora encuentra refugio en los inviernos suaves. Los huevos no necesitan calor permanente. Sólo esperan. Cuando sube la temperatura, nacen. Y vuelven a infectar.
Fischer explicó que este comportamiento era difícil de detectar a simple vista. Se necesita investigación de largo plazo para rastrear los ciclos del Aedes aegypti. La diapausa no produce cambios visibles en los huevos. Sólo se nota al medir resistencia y tiempo de eclosión.
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El hallazgo tiene consecuencias para las políticas sanitarias. Si el mosquito ya no muere en invierno, los planes de prevención deben continuar todo el año. No alcanza con campañas de verano o fumigaciones estacionales.
El equipo sugiere revisar los calendarios de descacharrado. Recomiendan sostener acciones durante el invierno. La clave es eliminar criaderos antes de que los huevos eclosionen. Si se espera al calor, ya es tarde.
La investigación aporta herramientas valiosas. Ayuda a entender el ciclo del mosquito en nuevas condiciones climáticas. También permite pensar en estrategias más precisas para interrumpir su reproducción.
Fischer destacó el valor de la ciencia pública. Subrayó que los estudios realizados en universidades nacionales ofrecen datos concretos para tomar decisiones. “Lo que encontramos tiene aplicación directa en salud pública”, afirmó.
El comportamiento del mosquito sorprende por su complejidad. No sólo se adapta al clima. También distribuye su nacimiento en el tiempo. Eso dificulta el control con métodos tradicionales.
El uso de repelentes, larvicidas o fumigaciones ya no es suficiente. El mosquito resiste. Cambia de estrategia. Aprovecha el entorno. Espera su momento.
Este nuevo conocimiento permite anticipar futuros brotes. Si los huevos sobreviven todo el invierno, el número de mosquitos en primavera será mayor. Eso puede generar epidemias más intensas y más difíciles de contener.
El Aedes aegypti también transmite zika y chikungunya. Por eso el riesgo va más allá del dengue. Controlar su expansión es una urgencia sanitaria que requiere coordinación, recursos y educación comunitaria.
Los investigadores remarcaron que la diapausa es reversible. Si las condiciones mejoran, los huevos eclosionan. Pero si vuelven a empeorar, los embriones se mantienen en pausa. Esa flexibilidad es una ventaja evolutiva poderosa.
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El hallazgo también plantea desafíos para la vigilancia entomológica. Las campañas deben incorporar esta información para rastrear con mayor precisión el comportamiento del vector.
Los brotes ya no se concentran en ciertas épocas. Se diseminan con más frecuencia e intensidad. El calendario cambió. El mosquito se adelantó.
Fischer insistió en la necesidad de campañas sostenidas. "No se puede bajar la guardia. El mosquito no descansa", advirtió.
La diapausa le da al mosquito una capacidad de resistencia notable. Sobrevive sin alimento, sin agua y sin calor. Sólo necesita tiempo. Y lo tiene.
La ciencia argentina sigue aportando datos clave para la salud pública. Cada descubrimiento es un paso más para entender cómo enfrentar al Aedes aegypti en un mundo que también cambia.
La guerra contra el dengue ya no tiene estaciones. El enemigo está presente incluso cuando parece ausente. El invierno ya no ofrece refugio.
La única manera de combatirlo es conocerlo. Y ahora sabemos algo más: el mosquito no muere con el frío. Solo espera.




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