


En vísperas del Día Internacional del Libro, una fecha que rinde homenaje a figuras como Cervantes y Shakespeare y celebra la lectura y la industria editorial, una reciente publicación de Argentinos por la Educación encendió señales de alerta: el 59% de los estudiantes de 6º grado de primaria en Argentina aseguró tener menos de 20 libros en formato papel en sus hogares, según datos recabados en los cuestionarios complementarios del Operativo Aprender.
El desglose muestra que el 13% de los chicos no tiene ningún libro, el 24% cuenta entre 1 y 5, y otro 22% posee entre 6 y 20 libros. Solo un 25% de los alumnos dijo tener más de 50 libros, con apenas un 16% superando los 100. El relevamiento se realizó de forma directa, con respuestas autodeclaradas por los mismos alumnos.
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Las desigualdades provinciales también emergen con nitidez. En Formosa, el 73% de los chicos tiene menos de 20 libros, mientras que en Santiago del Estero el porcentaje alcanza el 68%, seguido de Corrientes, San Juan y Chaco, con 67%. La Pampa, por su parte, lidera un registro preocupante: 16% de los niños no tiene ningún libro en casa.
Desde Argentinos por la Educación, el coordinador de Políticas Educativas, Federico del Carpio, vinculó estos datos con otra realidad ya conocida: “En Argentina, 1 de cada 2 chicos de 3º grado no entiende lo que lee. Contar con libros en cada hogar es una condición necesaria —aunque no suficiente— para desarrollar el hábito lector”.
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La brecha entre libros físicos y lectura digital, también aparece como un factor a considerar. Un informe reciente de la OCDE, basado en pruebas PISA 2018, mostró que los estudiantes que leen en formato impreso obtienen mejores resultados en comprensión lectora. Además, advirtió sobre una caída general en la presencia de libros en hogares de menores recursos, lo que profundiza las desigualdades.
Para Clara Zavalia, cofundadora de Intelexia, los datos son fundamentales para pensar políticas concretas: “Lo digital crece, pero el ejemplo lector en papel dentro del hogar es insustituible”.
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La docente Andrea Olmedo, de la escuela Juan Pascual Pringles de Laboulaye, lo resume con sencillez y sensibilidad: “Tener contacto directo con un libro despierta curiosidades. Ese ‘ratito’ puede convertirse en un ‘montón’. Leer enriquece, abre mundos, termina con prejuicios. Leer es un acto revolucionario que empieza por simple curiosidad”.
En un país donde la alfabetización temprana y el acceso igualitario a la lectura deberían ser prioridades ineludibles, el informe vuelve a poner en foco un aspecto esencial: sin libros, hay menos lectura; sin lectura, hay menos futuro.







