

Montaña, coraje y rescate: la historia del hallazgo de las turistas perdidas en El Bolsón
Actualidad04/05/2025

En la búsqueda de Ariana y Valeria la familia González, pobladores de toda la vida de la zona, salió por su cuenta con caballos y perros. El resultado fue el rescate que todo un pueblo esperaba.
El cerro Lindo no es un lugar fácil. Mallines, cañadones y filos cruzan el terreno como si quisieran esconder a quienes se aventuran sin guía ni equipo adecuado. La niebla suele cubrir las huellas y las temperaturas pueden ser brutales al caer la noche. Pero para quienes viven a sus pies, como los González, es parte de su cotidianeidad, y también, de su compromiso con el entorno.
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La mañana del domingo, brigadistas, bomberos, gendarmes y policías de montaña seguían relevando la zona, Hernán, Aldo Santiago y su perro Leleque salieron desde su casa, a pie y a caballo con su conocimiento del terreno y experiencia en montaña.
Fue Leleque quien alertó a Aldo. El perro comenzó a olfatear el aire y su reacción no dejó lugar a dudas. Lo siguieron y, poco después, entre la vegetación húmeda, dieron con las dos mujeres. Estaban vivas, conscientes, mojadas, con hambre y frío, pero no heridas. Resistieron dos noches y casi tres días a la intemperie en la cordillera, bajo lluvia y sin abrigo. Supieron esperar, no se desesperaron. Una decisión clave que marcó la diferencia: se detuvieron, confiando en que las buscarían.
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Tras el hallazgo, los González encendieron un fuego, compartieron abrigo y alimentos, y comenzaron el descenso a caballo, paso a paso, con la paciencia que exige la montaña. Los rescatistas oficiales aguardaban más abajo, listos para continuar con el operativo de traslado. Pero el rescate ya estaba hecho. Y fue un gesto simple y gigante a la vez.
Leleque, el perro que olfateó la esperanza, caminó todo el trayecto a su lado. Y cuando por fin llegaron a la casa familiar, en la base del cerro, las esperaban con mate caliente, café, tortas fritas recién hechas y un abrazo colectivo de hermanas, hijas y sobrinas. No fue solo auxilio. Fue humanidad.
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Desde El Bolsón Trekking lo resumieron con emoción: “La montaña fue dura, pero no fue cruel. Esta vez, no fue cruel”. Hoy El Bolsón respira aliviado. Porque hubo un final feliz. Porque en lo profundo del cerro, la vida eligió abrirse paso.
Fuente y fotos: El Bolsón Trekking







