Un incendio desnudó el hacinamiento: seis familias, quince chicos y una casa a medias

Actualidad30/06/2025Sergio BustosSergio Bustos
incendio hacinemiento
El incendio desnudo otra realidad.

Todo ocurrió en segundos. Un chispazo en una zapatilla eléctrica provocó un incendio que destruyó media casa y puso al descubierto una realidad silenciada: seis familias, más de treinta personas, todas bajo el mismo techo. En una construcción de fondo largo, en el barrio El Pilar de Salta, el fuego expuso lo que el Estado suele ignorar: el hacinamiento.

Borja Díaz 305 parece una dirección cualquiera. Pero allí viven diez adultos, quince chicos y una abuela con diez hijos. Cada grupo ocupa un sector. Algunos duermen arriba, otros abajo. Cocinan donde pueden. “Cada familia tiene su parte”, explicó Zulma Romero, de 36 años, nuera de Sonia Rueda, la dueña de casa.

La casa tiene una planta baja con cocina, baño y dos piezas. Arriba, cinco cuartos más. Hasta el domingo, funcionaban como podían. Ese día, entre las 9 y las 10 de la mañana, todo cambió.

Una zapatilla sobrecargada con cargadores generó un chispazo. El fuego tomó fuerza rápido. Los techos de tergopol lo alimentaron. “Empezó en una de las piezas del fondo. En segundos ardía todo”, relató Zulma. “Queríamos sacar agua, pero no salía ni un hilo. La presión era mínima.”


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Los chicos ya estaban despiertos. Jugaban, reían, no sabían del riesgo. “Vi el humo desde arriba, bajé corriendo y ahí nos dimos cuenta. Por suerte salieron todos.” En minutos, el incendio convirtió muebles, ropa, electrodomésticos y recuerdos en cenizas.

Los bomberos tardaron unos 25 minutos. Los vecinos llegaron antes. Apagaron como pudieron, con lo poco que tenían. Agua, baldes, botellas. “Gracias a ellos no se quemó todo el terreno”, agradeció Zulma. La planta baja quedó destruida. Arriba, el daño alcanzó un 30%.

Perdieron heladera, cocina, colchones, útiles escolares, ropa, documentos, hasta la tapa del freezer explotó. Se quedaron sin nada. Pero no quedaron solos. En pocas horas, la red barrial se activó. Llegaron frazadas, ollas, pan, utensilios. Manos de vecinos, conocidos y desconocidos.

La Municipalidad de Salta envió kits de limpieza, alimentos y agua. El Ministerio de Desarrollo Social de la Provincia activó el protocolo de post-emergencia. Camas, mercadería, chapas, cocinas, calzado, útiles y nuevos DNI para todos. También se entregaron tarjetas Saeta para los chicos.

Un relevamiento técnico confirmó que el 50% de la estructura quedó afectada. La loza superior resistió, pero no se puede construir más hasta garantizar la seguridad. Toda la instalación eléctrica debe rehacerse.


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Según datos de Emergencias, el 90% de los incendios invernales se origina en fallas eléctricas. Sobrecargas, cables informales, conexiones múltiples. La mayoría, como en esta casa, sin supervisión técnica.

Las familias siguen allí. Duermen donde el humo ya no llega. Cocinan donde se puede. Tienen luz provisoria y esperan avanzar con la reconstrucción. “Hay que hacer la instalación bien hecha. No podemos vivir con miedo de que vuelva a pasar”, advirtió Zulma.

El caso no es aislado. Según un informe oficial de 2020, el 11,5% de los hogares salteños viven en hacinamiento crítico, es decir, más de tres personas por ambiente. Cuando una casa alberga treinta personas, cualquier chispa se convierte en riesgo.

Pero también hay otra cara. La respuesta comunitaria fue inmediata. La solidaridad recorrió el barrio, tocó puertas, llevó víveres, cocinó para los chicos, sostuvo lo que el fuego quiso tirar.

“Estamos agradecidos. Nos ayudaron más de lo que imaginamos”, repite Zulma. Mientras tanto, en medio del humo, quedó algo en pie: una familia ampliada, atravesada por el dolor, pero unida.

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