De Antonini Wilson a las valijas de Milei: dos escándalos que exponen la política argentina

Actualidad03/09/2025Sergio BustosSergio Bustos
antonini wilson
Guido Antonini Wilson.

La política argentina tiene imágenes que atraviesan el tiempo. Una de las más recordadas es la del empresario venezolano Guido Antonini Wilson intentando ingresar al país con una valija que contenía u$s 790.550 en agosto de 2007.

La valija fue descubierta en un vuelo privado contratado por Enarsa. El episodio estalló como un escándalo político porque, según la investigación judicial en Estados Unidos, ese dinero estaba destinado a la campaña presidencial de Cristina Fernández de Kirchner.

El caso derivó en una causa internacional que expuso conexiones entre funcionarios argentinos y venezolanos. La Justicia norteamericana consideró que se trataba de un aporte ilegal canalizado desde Caracas hacia Buenos Aires, lo que generó tensiones diplomáticas con el gobierno de Hugo Chávez.

Desde entonces, la “valija de Antonini” quedó como un símbolo de corrupción y financiamiento político irregular. Esa imagen vuelve a cobrar fuerza hoy, en pleno gobierno de Javier Milei, con acusaciones que giran en torno a maniobras similares.


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En 2024, el oficialismo libertario enfrenta denuncias por valijas cargadas de dinero en efectivo, vinculadas a contrataciones irregulares y presuntos cobros de coimas en diferentes áreas del Ejecutivo.

Los audios filtrados y los testimonios periodísticos dieron forma a un caso que, aunque todavía está en etapa de investigación, ya golpea con fuerza el discurso oficial. Milei niega las acusaciones, pero el fantasma de las valijas erosiona la narrativa anticasta que repite desde su campaña.

Las comparaciones son inevitables. Tanto en 2007 como en 2024, la trama incluye dinero no declarado, funcionarios señalados y la sospecha de que se utilizó para fines políticos o personales.

Existen, sin embargo, diferencias importantes. La valija de Antonini fue incautada en un operativo en Ezeiza y judicializada en tribunales internacionales, mientras que las valijas del caso Milei aparecen en denuncias mediáticas que todavía deben comprobarse.

El impacto político es similar: en ambos momentos, la imagen de la valija se instaló como sinónimo de corrupción. El kirchnerismo sufrió el golpe en el arranque de la gestión de Cristina Kirchner; el libertarismo lo enfrenta en plena administración, cuando busca consolidar poder y credibilidad.


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Las valijas, reales o denunciadas, condensan la idea de que el poder político y el dinero se cruzan en zonas grises. Ese símbolo atraviesa partidos, gobiernos y generaciones, recordando que los mecanismos de corrupción no distinguen ideologías.

Para muchos, la coincidencia confirma que la política argentina repite viejas prácticas. Para otros, representa una oportunidad de transparentar procesos y marcar un límite al financiamiento ilegal. Lo cierto es que, una vez más, una valija se convierte en el epicentro de la escena pública.

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