
Las islas Lofoten buscan preservar su identidad frente al avance del turismo masivo
PODCASTS Radio Francia Internacional16/09/2025
REDACCIÓN
Según informó el podcast Grandes Reportajes de RFI de Radio Francia Internacional, las islas Lofoten en Noruega se convirtieron en un destino mundialmente conocido por el impacto de Instagram y TikTok, que multiplicaron la llegada de visitantes hasta superar el millón anual, a pesar de que apenas 25 mil personas habitan la región.


La situación cambió de manera drástica desde 2005, cuando la playa de Uttakleiv fue nombrada por National Geographic como “el lugar más romántico del mundo”. Lo que antes era un paraje visitado por apenas una docena de residentes pasó a recibir cientos de miles de turistas en una sola temporada, fenómeno que se repitió en montañas como Reinebringen, donde el flujo escaló de 50 mil visitantes en 2020 a 250 mil en 2024.
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El sobreturismo no se percibe de forma inmediata como en grandes urbes, pero se hace visible en pequeños detalles que transforman la vida local, como la proliferación de Airbnbs en los tradicionales rørburs, las casas rojas de pescadores que hoy funcionan como hoteles para viajeros. Jack, un carpintero de Stamsund, observa con preocupación estas transformaciones: “Llaman rørbur a todas estas casas nuevas, pero no lo son. Solo tienen el mismo color. Son pequeños hoteles”.
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Jack trabaja en la restauración de una casita centenaria en la bahía de Steine, con la intención de rescatar técnicas de construcción artesanal que hoy parecen incompatibles con el ritmo acelerado del turismo. Su tarea se integra al proyecto Silent Steine, que busca repoblar y mantener la memoria de los antiguos pescadores sin convertir la zona en un parque temático para visitantes.
La historia de la isla está atravesada por episodios trágicos que aún viven en la memoria colectiva. En 1906, una avalancha destruyó parte de Steine y causó 19 muertes, un hecho recordado en placas conmemorativas que reciben al visitante. Evan, uno de los impulsores del proyecto, asegura: “Quiero renovar las cabañas tal como eran antes y no poner televisores ni lujos. Preservar la memoria es lo más importante”.
Los relatos se combinan con la riqueza cultural. En Stamsund, con apenas mil habitantes, existen tres teatros en un radio menor a un kilómetro, espacios que dan vida a tradiciones, mitos y danzas locales. Andreas Eilersten, director de uno de ellos, afirma: “Alguien tiene que contar las historias. Es necesario. Así la cultura sigue viva”.
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A esta realidad se suma un problema creciente: la basura. El flujo de visitantes multiplica la generación de desechos y sobrepasa la infraestructura local. El municipio implementó un impuesto turístico de hasta el 5% sobre el alojamiento, aunque desde el sector hotelero cuestionan su efectividad. El vicealcalde de Vestvagoy advierte: “Los baños y la basura se están desbordando. Debemos organizar mejor dónde puede acampar la gente y cómo usar los servicios”.
Más allá de las tensiones, las islas conservan un atractivo único. En verano, el sol de medianoche ilumina playas y montañas, y la abundancia del bacalao recuerda la antigua bonanza pesquera. Sin embargo, los residentes saben que el turismo debe ser regulado. Como ocurrió en tiempos de la fiebre del bacalao, la lección parece repetirse: no pescar más de lo permitido, ya sean peces o turistas.
Material publicado por gentileza Radio Francia Internacional
















