Mas de nueve mil personas superan los cien años de vida en la Argentina

La población argentina con más de 90 años aumentó con fuerza en la última década y hoy muestra un fenómeno que ya no se percibe como excepcional: miles de personas superan la barrera de los cien y mantienen una vida activa, atravesada por hábitos sólidos, rutinas claras y un entorno que sostiene su bienestar cotidiano. Los datos oficiales del INDEC lo confirman y las historias personales lo ilustran con una cercanía que permite entender cómo se vive en una etapa que crece año tras año.

Según el organismo estadístico, 9.247 argentinos tienen 100 años o más en 2025, con una proyección que muestra un incremento sostenido para la próxima década. Buenos Aires reúne el número más alto, seguida por Santa Fe y Córdoba, mientras que las provincias patagónicas aparecen con cantidades menores, propias de su densidad poblacional. El dato que más señala la tendencia es la evolución reciente: en 2022, el Censo registraba poco más de 7.300 centenarios.

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El aumento de este grupo etario se explica por mejoras médicas, diagnósticos más tempranos y tratamientos más eficaces, pero también por factores que van más allá del sistema de salud. La actitud frente al paso del tiempo, el modo de habitar la vida diaria, la presencia de vínculos sólidos y la continuidad del movimiento aparecen en los relatos de quienes superaron el siglo.

Arturo Aldo Cavani, de 101 años, sintetiza esa mirada al afirmar: “Yo me preparé para vivir”, una frase que acompaña con la descripción de sus años de disciplina, deporte y actividad profesional. Su historia incluye natación, música, rutinas de entrenamiento y una vida laboral extensa, elementos que él mismo considera parte de una trayectoria que sostiene su vitalidad actual.

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En otros hogares argentinos, la longevidad se apoya en un repertorio diferente. Elida Salomé Carpenzano, también de 101 años, asegura: “Siempre me mantengo activa, interesada por las cosas simples”, una definición que se refleja en su vínculo con la lectura, la escritura, la actividad artística y su participación reciente en competencias culturales para adultos mayores. Su rutina, atravesada por caminatas, tejido, memoria activa y un entorno familiar cercano, muestra la potencia de las actividades significativas en el envejecimiento saludable.

José “Pepe” Jofre, de 100 años, lo plantea de otra manera: “Darle prioridad a lo que hay que darle prioridad”, una síntesis que lo acompaña desde la niñez y que hoy se expresa en caminatas, trabajo cotidiano en su joyería de pueblo y una vida social sostenida durante generaciones. Su historia revela el impacto del propósito diario: el oficio, la familia cercana y la presencia activa en su comunidad.

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En Mendoza, Moisés Roitman, de 100 años, mantiene una autonomía notable y una rutina que sorprende por su vigencia. “Vivo el día a día, tengo planes sólo para hoy”, asegura mientras continúa manejando, colaborando en la farmacia familiar y participando de encuentros sociales que mantiene desde hace décadas. Su vínculo con la tecnología y su interés por seguir aprendiendo marcan una faceta de la longevidad que se repite entre quienes superan el siglo.

La tendencia de crecimiento del grupo centenario en la Argentina abre un debate sobre cómo envejece el país, de qué manera inciden los hábitos y qué importancia tienen los entornos afectivos y comunitarios. Los testimonios de quienes superan los 100 años coinciden en algunos rasgos: movimiento cotidiano, curiosidad, contacto social, decisiones firmes respecto al cuidado personal y una relación activa con el presente.

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Las proyecciones del INDEC muestran que esta franja continuará en aumento hasta 2040, lo que implica un país con una población longeva más visible, más diversa y con necesidades específicas. En paralelo, también aparece una construcción cultural distinta, en la que llegar al siglo se vuelve posible y, en muchos casos, compatible con una buena calidad de vida.

Fuente: Diario Clarín, IDEC