
Una ciudad de 3.600 años en Kazajistán revela fábricas de bronce y un urbanismo que cambia la historia de la estepa
Actualidad24/11/2025
Sergio Bustos
En la vasta estepa de Kazajistán, donde todo parece quieto desde hace milenios, arqueólogos revelan una ciudad que modifica la historia antigua de Asia Central. Semiyarka, con unos 3.600 años de antigüedad, aparece como una urbe planificada, extensa y productiva, muy lejos de la imagen tradicional de los pastores nómadas que supuestamente dominaban la región.


El descubrimiento, publicado en Antiquity, fue realizado por especialistas de universidades británicas y del Centro “A.Kh. Margulan” de Kazajistán. Lo que encontraron desbordó cualquier expectativa: una ciudad proto-urbana del 1600 a.C. con edificios alineados, trazos regulares y un centro monumental, contemporánea de micénicos e hititas pero surgida en tierras donde nadie imaginaba estructuras permanentes.
Semiyarka ocupa más de 140 hectáreas y se levanta en una elevación que domina el río Irtysh, una vía estratégica para mover bienes entre el Altái y Siberia. Desde el aire, drones y antiguos satélites espías muestran dos líneas de construcciones que convergen en un gran edificio central, una disposición que sugiere autoridad, rituales y organización comunitaria estable.
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El sitio no solo tuvo arquitectura sólida. También fue un centro metalúrgico de alto nivel. Los arqueólogos hallaron escorias, crisoles, minerales procesados y herramientas terminadas, señales claras de una producción sistemática de bronce. Las aleaciones muestran hasta un 12% de estaño, un porcentaje elevado que confirma un manejo técnico avanzado y acceso a redes de suministro a larga distancia.
Los investigadores sostienen que los minerales llegaron desde el Altái, a unos 300 kilómetros, y que el Irtysh aportó estaño de origen aluvial. Esta combinación convirtió a Semiyarka en el primer gran polo de metalurgia del bronce del que se tiene registro en Kazajistán, un punto neurálgico que desafía las teorías sobre la economía de la región.
El impacto conceptual es enorme: Semiyarka contradice el mito del nomadismo absoluto. Durante décadas se creyó que las poblaciones de la estepa carecían de ciudades estables. Pero aquí hubo planificación, producción, circulación de bienes y vínculos permanentes con otras culturas, incluidas Alekseevka-Sargary y Cherkaskul.
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La ubicación tampoco es casual. El cruce entre montañas ricas en minerales y un río navegable habría convertido a la ciudad en un nodo temprano de distribución. Los especialistas creen que estos circuitos metalúrgicos pudieron anticipar las rutas comerciales que siglos después formarían la Ruta de la Seda, aún sin trazar una línea directa entre ambos fenómenos.
Semiyarka, pese a su tamaño, recién empieza a hablar. Gran parte del yacimiento sigue inexplorado y se espera que nuevas excavaciones definan mejor su cronología y revelen la vida cotidiana de sus habitantes. Todo indica que la ciudad no fue una excepción, sino la prueba de que las sociedades de la estepa desarrollaron modelos complejos, distintos pero igual de sofisticados que los de otras civilizaciones antiguas.
El hallazgo obliga a mirar la historia de Eurasia con otros ojos. En vez de periferia, estas comunidades ocuparon un lugar central en los intercambios que unieron montañas, ríos y culturas antes de que el mundo tuviera mapas.
















