Trump pone la “dominancia energética” y Vaca Muerta entra en el tablero regional

Actualidad11/12/2025Sergio BustosSergio Bustos
Trump
Donald Trump.

El giro puede tener impacto en Argentina: Vaca Muerta podría ganar valor geopolítico si el país se alinea, con chances de financiamiento e infraestructura, pero también con condiciones.

En las últimas horas se conoció la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, un documento que expone un cambio de enfoque. El texto reafirma “America First” como doctrina y plantea un objetivo central: sostener la primacía estadounidense con poder económico, militar e industrial.

Dentro de ese marco, la energía aparece como pilar. La estrategia pone en primer plano la idea de “dominancia energética” y busca reforzar la preeminencia en petróleo, gas y energía nuclear. En paralelo, cuestiona políticas asociadas al “Net Zero” y las presenta como un rumbo que, según el documento, encareció la energía y debilitó posiciones frente a competidores.

Ese giro no queda en lo discursivo. La administración ya impulsa medidas para acelerar producción, permisos, transporte y decisiones regulatorias, con una estructura que intenta ordenar el objetivo energético desde el Estado federal.


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El documento no nombra a Vaca Muerta de forma directa, pero sí instala una lógica que puede reordenar prioridades en el hemisferio: cadenas de suministro más “seguras”, energía disponible y socios que aporten volumen exportable. En esa lectura, Argentina queda en el mapa por capacidad potencial de gas y petróleo, y por el rol del Cono Sur en un escenario global más competitivo.

Si Argentina decide alinearse con ese paraguas hemisférico, Vaca Muerta podría pasar a ser algo más que un proyecto rentable y convertirse en un activo con valor estratégico regional. Esa definición no es automática ni formal, pero describe un cambio de mirada: el yacimiento como pieza de seguridad energética, estabilidad de precios y abastecimiento.

En ese escenario aparecen tres posibles ventanas. La primera es infraestructura pesada. El límite histórico de Vaca Muerta no es la roca: es la infraestructura. Rutas, ductos, capacidad de transporte y salto a plantas de exportación. Un enfoque estadounidense que vuelve a priorizar combustibles fósiles podría empujar esquemas de inversión, garantías o acuerdos para obras energéticas consideradas relevantes para el abastecimiento regional.

La segunda ventana se vincula con tecnología y exportación. Si Washington busca expandir capacidad energética y fortalecer industria asociada, puede crecer el acceso a tecnología y servicios para licuefacción, transporte y comercialización de gas a escala global, un punto sensible para Argentina si quiere ampliar exportaciones.


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La tercera ventana es el cambio de clima diplomático. Al correrse del eje “cero emisiones” y priorizar energía abundante, podrían bajar presiones políticas que en otros momentos frenaron respaldos a proyectos fósiles. Eso no elimina evaluaciones técnicas o financieras, pero sí cambia el tono del debate.

El otro lado de la moneda es el costo. El documento y la línea política que lo acompaña dejan una idea clara: el vínculo con socios se vuelve transaccional. Puede haber capital, tecnología o respaldo, pero con exigencias. La estrategia insiste en reducir influencia de potencias rivales en activos estratégicos del Hemisferio Occidental y en disputar control de infraestructura sensible.

En la práctica, eso puede derivar en pedidos para limitar participación de empresas extranjeras consideradas competidoras en puertos, obras energéticas, telecomunicaciones o nodos logísticos. Para Argentina, que busca inversión y tiene proyectos con múltiples actores, el punto puede abrir tensiones.

La confirmación de este giro no va a venir sólo por documentos, sino por señales concretas: acuerdos bilaterales en energía, anuncios de financiamiento para infraestructura, reglas para proveedores en obras estratégicas y mensajes explícitos sobre quién puede construir y operar en sectores considerados sensibles.

El cambio en Washington ya está sobre la mesa. La discusión que queda abierta es qué lugar decide ocupar Argentina: aprovechar el interés por energía y exportación, o evitar quedar atada a una agenda que también trae condiciones y un reacomodamiento geopolítico más duro.

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