
A 27 años de la gran inundación de 1998 en Madryn: la ciudad colapsó bajo el agua
Mi Archivo14/12/2025
Sergio Bustos
El temporal que cambió la historia urbana de Puerto Madryn dejó muertos, miles de evacuados y destrozos irreparables. El fenómeno de El Niño arrasó también Trelew y Comodoro.


La mañana del 22 de abril de 1998 arrancó con lloviznas leves en Puerto Madryn. Para el anochecer, el cielo se volvió plomo, el viento giró al este y comenzó el diluvio. Nadie imaginaba que en apenas cuatro días llovería más del doble de lo que cae en un año entero. En total, se registraron 220 milímetros de agua, en una ciudad que promedia 200 anuales. El fenómeno fue tan brutal como inesperado. La ciudad colapsó.

Las bardas comenzaron a escurrir con fuerza y se formaron verdaderos ríos que bajaban hacia el mar. El agua arrastró todo a su paso: autos, escombros, estructuras precarias. La costanera se transformó en un campo minado de cráteres y barro. El paseo costero, orgullo de la postal turística, quedó destruido. El asfalto se partió como una galleta húmeda. Algunas calles se convirtieron en canales. El desborde era total.
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“Fue un desastre. Una tragedia urbana que no olvidamos más. Puerto Madryn quedó partida en dos”, recuerda uno de los ingenieros del municipio que trabajó durante esos días en las tareas de emergencia. La zona más afectada fue el sur, donde la pendiente natural del terreno facilitó la acumulación de agua. Allí, los barrios más vulnerables fueron los primeros en inundarse.

Pero Madryn no fue la única en sufrir. El temporal afectó a gran parte de Chubut, con una violencia que sorprendió incluso a meteorólogos. En Trelew, el 80% de la ciudad quedó bajo el agua. Las calles eran lagunas, las escuelas se convirtieron en centros de evacuación y las casas más humildes colapsaron. “La ciudad se volvió irrecorrible. Todo estaba inundado, incluso el casco céntrico”, relatan testigos de ese momento. Cientos de personas debieron ser rescatadas en gomones.

Comodoro Rivadavia, ubicada al sur de la provincia, tampoco escapó al impacto. Aunque con menos lluvias acumuladas, la topografía de cañadones convirtió al agua en un problema letal. En el barrio Stella Maris, las calles se convirtieron en torrentes. Hubo anegamientos masivos en Km 3 y Km 5, y se registraron viviendas colapsadas por deslizamientos. El aeropuerto quedó inutilizado por horas, y los accesos principales a la ciudad fueron interrumpidos.
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Las consecuencias humanas fueron graves en toda la provincia. El temporal dejó dos personas muertas, más de 15.000 evacuados y pérdidas millonarias. En Madryn, cientos de familias perdieron sus casas o sufrieron daños severos. El barro tapó los hogares, los colchones flotaban por los patios, y los cortes de luz y agua se multiplicaban. La región no estaba preparada para un fenómeno así.

El boliche "Rancho Cucamonga", popular entre los jóvenes de Madryn, se vino abajo por completo. También colapsó la estructura de la confitería "Rancho Aparte", frente al mar. Incluso el primer hotel cinco estrellas en construcción, que prometía un salto turístico, sufrió daños estructurales por grietas en el terreno. El proyecto quedó paralizado.

El 29 de abril, una semana después del temporal, el presidente Carlos Menem aterrizó en Madryn acompañado por Ramón “Palito” Ortega, entonces secretario de Desarrollo Social. El mensaje oficial fue simple: la Nación enviaría 6 millones de pesos para obras pluviales y reconstrucción costera. “Vamos a apoyar a la ciudad para que se recupere”, dijo Menem entre flashes, mientras caminaba por una rambla devastada.
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Pero la crisis dejó algo más profundo al desnudo: el modelo de crecimiento urbano. Desde los años 70, las ciudades chubutenses habían crecido sin planificación, ocupando zonas bajas, sin drenaje ni infraestructura para eventos extremos. “Fue un aviso de la naturaleza frente al desborde urbano y la ausencia de obras pluviales”, señalaron desde el CENPAT tiempo después. El informe advertía que los antiguos cauces naturales habían sido tapados por calles, barrios y cemento.

A la catástrofe natural se sumó la inercia política. Durante años, las obras prometidas llegaron a cuentagotas. Las defensas pluviales se discutieron en cada elección, pero se ejecutaron de manera lenta y parcial. Recién una década después comenzaron a verse mejoras sostenidas, con canales, desagües y refuerzos en zonas críticas.
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El temporal de 1998 quedó grabado en la memoria colectiva de toda la provincia. Para los más jóvenes, fue su primer gran desastre natural. Para los técnicos, un caso de estudio. Y para la dirigencia, un llamado de atención que todavía hoy resuena. “Esa inundación fue un parteaguas. Después de eso, no se pudo seguir urbanizando igual”, resumió años más tarde un exintendente.

Hoy, a 27 años de aquel abril fatídico, las ciudades volvieron a crecer, pero cuando el cielo se cubre y la lluvia arrecia, todavía hay quienes miran con miedo las bardas y los cañadones. Porque en Chubut, todos recuerdan que una vez el agua bajó con furia, y se llevó consigo una parte del futuro.








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