IA: “Esto puede ser más grande que la revolución industrial”

Actualidad10/06/2025Sergio BustosSergio Bustos
Inteligencia Artificial (Foto: Grok)
Inteligencia Artificial (Foto: Grok)

La inteligencia artificial ya no es ciencia ficción. Su impacto comienza a sentirse en la vida diaria. Las herramientas de IA se integran en trabajos, escuelas, laboratorios y hasta hospitales. El avance es vertiginoso, y muchas personas aún no dimensionan su alcance real.

Demis Hassabis lo afirmó sin rodeos. “Esto será al menos tan grande como la Revolución Industrial; probablemente mucho más”. Comparó la llegada de la inteligencia artificial general (AGI) con los cambios estructurales provocados por la máquina de vapor en el siglo XIX.

Hassabis dirige Google DeepMind. Su trayectoria lo convirtió en una de las voces más respetadas del mundo tecnológico. Ganó premios internacionales y su trabajo impactó en áreas como la biología, la matemática, la física y el desarrollo de software avanzado.

Su objetivo principal es la AGI. La inteligencia artificial general busca replicar la capacidad del cerebro humano. Pretende crear sistemas que puedan razonar, aprender, planificar, recordar y resolver problemas de cualquier tipo, sin entrenamientos específicos por tarea.

“La mente humana es nuestra única prueba de que la inteligencia general es posible”; sostuvo Hassabis. Insistió en que no se trata de una utopía, sino de una meta plausible. Cree que este tipo de inteligencia podría alcanzarse en diez años.

Algunos colegas son más optimistas. Proyectan que la AGI llegará en menos de cinco años. Pero Hassabis se muestra cauto. Advierte sobre las limitaciones actuales de los modelos de lenguaje, que aún no pueden razonar ni crear teorías nuevas.


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Los sistemas actuales impresionan por su fluidez. Chatbots y traductores automáticos responden preguntas, redactan textos y simulan conversaciones humanas. Sin embargo, fallan en operaciones simples, como contar letras o analizar contradicciones en una frase básica.

Hassabis lo explicó con claridad. “No pueden inventar teorías ni mostrar creatividad genuina”; dijo. Aunque pueden resolver problemas matemáticos complejos, no tienen conciencia, intención ni comprensión profunda. Eso marca la distancia entre la IA actual y la inteligencia general.

La AGI requerirá adaptaciones sociales. Su irrupción obligará a rediseñar instituciones educativas, mercados laborales y sistemas legales. Cambiará la manera de aprender, enseñar, investigar, trabajar y comunicarse. La velocidad del cambio será difícil de manejar sin preparación previa.

El trabajo será uno de los grandes afectados. Cambiarán las habilidades requeridas en todos los sectores. Muchas tareas se automatizarán, pero surgirán otras que exigirán el dominio de herramientas digitales, el pensamiento abstracto y la capacidad de adaptación permanente.

“Habrá nuevos empleos que usarán estas herramientas”; aseguró Hassabis. Enfatizó que la IA no reemplazará a los humanos, sino que los potenciará. Quienes dominen sus herramientas multiplicarán su productividad y aumentarán sus posibilidades laborales y profesionales en todos los ámbitos.

Recomendó estudiar ciencia y programación. Sugirió a los jóvenes formarse en áreas como matemáticas, física, biotecnología e informática. Propuso que se familiaricen con los sistemas de IA y aprendan a ajustarlos, interpretarlos y aplicarlos a distintas disciplinas.

La AGI puede ayudar a curar enfermedades. También podría resolver problemas estructurales, como el acceso al agua potable, la eficiencia energética o el diagnóstico médico. Su potencial para impactar positivamente en la vida humana es uno de sus ejes centrales.

“Eso es la promesa de la IA… Avances increíbles para la humanidad”; afirmó Hassabis. Señaló que, bien utilizada, la IA puede facilitar investigaciones científicas, acelerar descubrimientos y abrir caminos antes imposibles en áreas como la medicina, la química o la física.

AlphaFold es un ejemplo concreto. Este sistema de DeepMind revolucionó la biología molecular al predecir la estructura de las proteínas. Aceleró estudios médicos, permitió diseñar tratamientos más precisos y facilitó la búsqueda de fármacos innovadores y vacunas más efectivas.


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También proyecta soluciones para el agua. Gracias a la IA, podrían diseñarse procesos de desalación accesibles, rápidos y eficientes. Millones de personas que hoy no acceden a agua potable tendrían una posibilidad concreta de cubrir esta necesidad básica.

Pero advirtió sobre los peligros. Si los primeros sistemas de IA se construyen con valores erróneos o con deficiencias de seguridad, las consecuencias pueden ser graves. El uso malicioso o irresponsable podría afectar derechos, sistemas democráticos o la paz internacional.

Habló de actores maliciosos. Individuos, empresas o estados podrían manipular sistemas de IA para espiar, censurar, extorsionar o controlar. Sin regulación efectiva, estos riesgos aumentan. “Si se usa mal, puede ser muy malo”; subrayó con preocupación.

La competencia entre países complica todo. Estados Unidos y China lideran la carrera por la AGI. Esta puja geopolítica frena la cooperación internacional y dificulta la construcción de consensos para establecer límites, controles o pautas de responsabilidad compartida.

“La regulación debe ser internacional”; expresó Hassabis. Propuso crear acuerdos globales que impidan el uso descontrolado de la tecnología. Rechazó las normativas regionales o aisladas, porque no alcanzan a cubrir el riesgo sistémico que representa la IA a gran escala.

El científico aboga por reglas dinámicas. Pidió una regulación capaz de adaptarse a los avances. Criticó la lentitud legislativa. Insistió en que las leyes deben pensarse con anticipación, no como respuestas tardías ante catástrofes previsibles o malas implementaciones.

Sugirió sumar a filósofos y humanistas. Considera que el debate sobre la IA no puede limitarse a ingenieros. Reclama visiones sociales, éticas, económicas y políticas. El diálogo debe incluir valores, derechos humanos, igualdad y bienestar colectivo como prioridades.

Insistió en el reparto equitativo. Habló de una posible “abundancia radical”. Dijo que la IA puede generar riquezas, conocimientos y soluciones a gran escala. Pero alertó: sin voluntad de compartir, la desigualdad aumentará y profundizará conflictos sociales existentes.

“Aún queda el problema de repartir esa abundancia de manera equitativa”; remarcó. Cree que será necesario un cambio cultural. Propuso abandonar la lógica de suma cero. Apostó a una mentalidad colaborativa, solidaria y global, basada en justicia y sostenibilidad.


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Visualizó un mundo con IA integrada. Imaginó vidas más largas y saludables, acceso masivo a energía limpia, nuevas posibilidades para explorar el espacio y resolver problemas históricos como el hambre, las epidemias o la falta de agua potable segura.

Reiteró su optimismo, pero con cautela. Cree en el potencial de la IA para mejorar el mundo. Pero advirtió que eso no ocurrirá solo. Requiere esfuerzo político, acuerdos internacionales, conciencia colectiva y voluntad de actuar con responsabilidad global.

“Sumérgete en estos sistemas, entendé cómo funcionan y aprendé a sacarles provecho”; aconsejó. Invitó a los jóvenes a formarse, a pensar en el futuro y a prepararse para un mundo donde la inteligencia artificial sea protagonista en todas las dimensiones.

Cerró con una frase que resume su visión. “Al menos es uno de esos desafíos que puede ayudar con los demás si lo hacemos bien”; dijo. Para Hassabis, la IA puede ser la llave que abra soluciones para otros grandes problemas de la humanidad.

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