
El misterio de los cráteres en la meseta chubutense: Bajada del Diablo despierta preguntas
Por Sergio Bustos
Mi Archivo05/10/2025
Sergio Bustos
Bajada del Diablo, un sitio único que despierta preguntas científicas desde hace casi 40 años A unos 200 kilómetros al oeste de Puerto Madryn se esconde un paisaje lunar que pocos conocen. En plena meseta central de Chubut, casi doscientos cráteres circulares revelan que, hace miles de años, un cuerpo celeste se desintegró en el cielo y golpeó la tierra con una fuerza descomunal. Se trata de Bajada del Diablo, un lugar que despierta la curiosidad de geólogos, astrónomos y aventureros desde hace décadas.



La historia de este sitio comenzó a tomar forma en 1987, cuando el geólogo Hugo Corbella, investigador del CONICET en el Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, difundió por primera vez la existencia de este campo de impactos. Desde entonces, el paraje ubicado a unos cien kilómetros al sur de Gan Gan se convirtió en un espacio de interés científico, aunque todavía rodeado de incógnitas que alimentan el misterio.
Los cráteres hallados en la zona presentan características sorprendentes. Sus diámetros varían entre 60 y 360 metros, con profundidades de hasta 50 metros, y se distribuyen a lo largo de un área de 20 por 20 kilómetros. Para quienes cuentan con acceso a imágenes satelitales, basta con recorrer Google Earth hasta las coordenadas 42º 48’ 27.36” de latitud Sur y 67º 26’ 19.63” de longitud Oeste para descubrir las marcas circulares que dibujan el terreno. La vista aérea ofrece la impresión de un tablero cósmico impreso en la superficie patagónica.
El enigma radica en que nunca se encontraron restos de asteroides o meteoritos en Bajada del Diablo. Los científicos esperaban hallar fragmentos de entre 20 y 30 centímetros, medidas que suelen quedar como evidencia en este tipo de fenómenos, pero la búsqueda hasta ahora fue infructuosa. Según explicó a este medio el doctor Rogelio Acevedo, geólogo especializado en meteoritos e investigador del CONICET en el CADIC de Ushuaia, esa ausencia alimenta las dudas sobre el origen exacto del fenómeno.
Acevedo sostiene que pudo tratarse de un cometa de hielo, lo que explicaría que no se conserven restos sólidos en el presente. “La comunidad científica internacional todavía no tiene certeza respecto de que Bajada del Diablo sea un campo de impactos”, señaló en una entrevista reciente, dejando abierta la posibilidad de que los fragmentos que golpearon la meseta se hayan volatilizado con el paso del tiempo.
Otro punto que despierta debate es la antigüedad de los impactos. Algunos cálculos los ubican hace más de cien mil años, mientras que otros estudios sugieren que podrían remontarse hasta setecientos mil años atrás. El hallazgo de una elevada proporción de micrometeoritos en los bordes de los cráteres, comparada con el terreno circundante, refuerza la hipótesis de una mayor antigüedad. Esa diferencia en la datación es todavía una incógnita, pero muestra que el sitio guarda información valiosa sobre la historia geológica del planeta.

Desde fines de los años ochenta, los estudios sobre cráteres en Argentina se multiplicaron. Además de Chubut, los investigadores rastrean meteoritos en Neuquén, la Puna y hasta en la Antártida. En 1998, se identificó en territorio chubutense otro impacto de gran magnitud: el cráter de Bajo Hondo, de cuatro kilómetros de diámetro y bordes que se elevan hasta 1.500 metros, ubicado 40 kilómetros al noreste de Gan Gan, cerca del límite con Río Negro. Ese hallazgo reforzó la idea de que la región conserva registros únicos de la interacción entre el espacio y la tierra.
Acevedo, autor del libro Los meteoritos, esos convidados de piedra, publicado en 2019 por la Editora Cultural Tierra del Fuego, analiza cómo estas huellas no solo modificaron la superficie terrestre, sino también la imaginación de las comunidades humanas. Desde tiempos remotos, los pueblos interpretaron la caída de bólidos como advertencias divinas o señales de peligro, asociando los fenómenos celestes con relatos míticos que atravesaron generaciones.
El paisaje de Bajada del Diablo es hoy un patrimonio natural de enorme valor. Sus cráteres, invisibles al ojo distraído pero evidentes desde el aire, narran una historia que mezcla astronomía, geología y misterio. La meseta patagónica guarda así un testimonio silencioso de las fuerzas del universo, un escenario que invita tanto a la aventura como al conocimiento. Allí, donde el cielo tocó la tierra en tiempos inmemoriales, la ciencia todavía busca respuestas.







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