
Infancias, pantallas y juego libre: alertan por riesgos ocultos en la red
Enfoques15/11/2025
REDACCIÓN
El derecho al juego volvió al centro de la escena en los micrófonos de #MODO17 por #LA17, donde la licenciada en Ciencias de la Educación y locutora nacional Viviana D’Amico propuso mirar la infancia desde una pregunta incómoda pero necesaria: qué lugar dan hoy los adultos al tiempo de juego de chicos y chicas. Desde esa puerta de entrada, la entrevista recorrió la Convención sobre los Derechos del Niño, las plataformas online más usadas y la necesidad de recuperar la calle, la plaza y el encuentro cara a cara.


D’Amico recordó que “está escrito en la Convención sobre los derechos de las infancias en el artículo 31” que niños y niñas tienen derecho a descansar, participar de actividades recreativas, culturales y deportivas, y jugar como parte de su crecimiento integral. Para la especialista, ese marco no se limita a una declaración formal, sino que implica una responsabilidad concreta de las personas adultas en el hogar, la escuela y la ciudad. “Este derecho implica la responsabilidad de los adultos”, subrayó, al marcar que nada se puede dar por sentado.
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El diálogo con Corina Cartagena fue directo: muchas veces se cree que el juego surge solo, sin mediación ni cuidado. D’Amico planteó que “uno da por supuesto que todo se enseña” y que esa idea también alcanza al modo en que los chicos comparten con otros, resuelven conflictos y exploran qué quieren ser cuando crezcan. Por eso, la discusión se corrió enseguida hacia los contextos donde hoy pasa gran parte del tiempo libre: los dispositivos, las redes y los videojuegos en línea.
En ese punto aparecieron las pantallas como tema inevitable. “Siempre los dispositivos están en las conversaciones que tienen que ver con la educación, pero no nos podemos enojar ni con tozudez decir ‘bueno, esto no’”, explicó D’Amico, al señalar que la prohibición total ya no resulta una opción realista. El ejemplo reciente fue el de Roblox, plataforma que creció con fuerza desde la pandemia y que “funciona como un gran universo virtual” en el que usuarios de todo el mundo crean minijuegos, casas y espacios para chatear con otras personas.
El problema no está solo en la dinámica de juego, sino en quién se esconde detrás de cada avatar. “Porque quién está atrás de los juegos, en realidad vos entrás a jugar en red con alguien que no sabés quién está del otro lado”, advirtió D’Amico al repasar las denuncias de grooming que motivaron que el Ministerio de Educación porteño decidiera prohibir Roblox en las escuelas. Recordó que “es el acoso o abuso sexual que ocurre a través de internet u otras tecnologías digitales”, y que esa realidad obliga a tomar decisiones concretas de cuidado.
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La entrevista también mencionó otros riesgos asociados: ciberbullying, estafas virtuales y robo de datos. Frente a ese escenario, D’Amico insistió en que el adulto no puede delegar la supervisión y que hace falta una presencia constante, cercana y dialogante. No se trata solo de mirar de reojo la pantalla, sino de habilitar conversaciones sobre lo que ocurre en los juegos y en las redes. En esa línea, citó recomendaciones de organizaciones especializadas como Chicos.net, que sugieren “conversar sobre los riesgos” y “recordarles que si viven una situación que les incomoda, siempre pueden acudir a otras personas, si no es a la familia, a la escuela”.
Al mismo tiempo, la especialista marcó que la protección no puede convertirse en control asfixiante. Allí aparecieron las ideas del pedagogo italiano Francesco Tonucci, a quien vienen retomando en el programa. Durante la pandemia, él advirtió que el encierro redujo los espacios de autonomía infantil, porque los adultos miraban todo el tiempo. Tonucci plantea que los chicos tienen que jugar sin la mirada todo el tiempo del adulto, para que puedan expresarse, probar, equivocarse y construir sus propias historias.
Esa tensión entre cuidado y libertad atraviesa hoy a muchas familias. D’Amico retomó otra frase del pedagogo: “el verbo jugar solo se puede conjugar con el verbo dejar, no con acompañar o cuidar”. La idea no niega la presencia adulta, pero invita a diseñar entornos seguros donde los chicos se muevan con más margen, tanto en casa como en el barrio. En esa línea, Tonucci promueve ciudades pensadas desde la mirada de las infancias, donde los niños puedan salir, explorar y jugar con otros en plazas, veredas y espacios públicos, algo que en muchas comunidades se vuelve cada vez más difícil.
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El concepto de “buenos juguetes” también ocupó un tramo de la charla. “Se debería tener pocos juguetes, pero buenos”, recuerda Tonucci, y enseguida completa la definición: “¿Qué es un juguete bueno? Es aquel que sin ser nada concreto, puede ser todo”. D’Amico tomó esa idea para contraponerla a productos demasiado cerrados, que no dejan lugar a la imaginación. El barro, la pelota, las piezas de construcción, las muñecas y los muñecos caseros aparecieron como ejemplos de objetos que admiten muchos juegos distintos con el mismo material.
Hacia el cierre, la reflexión se abrió a un plano más amplio. “No es obvio o está va en contra de esta sociedad tecnológica. Sin embargo, estamos bastante seguros que es imprescindible este tipo de juego creativo”, señaló D’Amico, al defender el valor del juego libre al aire libre, en el barrio y en la escuela. La conversación dejó una imagen que resume la preocupación de educadores y familias: ojalá cada niño tenga algo que contar al volver a clase porque “tenemos que hacer que nuestras niñas tengan algo que contar y esto solo se puede hacer si el niño tiene tiempo de jugar libremente. Esto debería ser el material a llevar al colegio”.

















