
Inflación y bolsillo: por qué el 2,5% no alcanza para explicar el ajuste cotidiano
Actualidad13/12/2025
REDACCIÓN
La inflación de noviembre volvió a encender el debate público tras la difusión del 2,5% informado por el INDEC, un número que para una parte importante de la sociedad no refleja lo que ocurre en el día a día. La distancia entre el dato estadístico y la percepción cotidiana aparece cuando se observa cómo se conforma el índice, que promedia precios de consumos frecuentes con otros que se adquieren de manera esporádica. Esa combinación diluye aumentos que golpean de lleno en el presupuesto familiar.


En la vida diaria, los alimentos frescos ocupan un lugar central. La carne, las verduras y las frutas se compran todas las semanas, mientras que indumentaria, electrodomésticos o tecnología tienen una frecuencia mucho menor. Por eso, cuando los precios de la comida suben, el efecto resulta inmediato, aunque otros rubros registren bajas que el consumidor no percibe como alivio real.
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A este fenómeno se suma el cambio en los precios relativos, un factor que explica buena parte del malestar social. Las tarifas de servicios públicos y los alquileres crecieron por encima del promedio de inflación, lo que genera un desfasaje con los ingresos. En muchos hogares, estos gastos fijos absorben cada vez más recursos, limitando el margen para otros consumos básicos.
Un informe del IARAF profundiza esta lectura al señalar que “entre noviembre de 2023 y noviembre de 2025 siete componentes aumentaron su precio relativo y cinco lo bajaron”. Según el mismo trabajo, “los alquileres y los servicios públicos integran el componente que más aumentó su precio relativo desde noviembre de 2023, con un alza del 55%”, una cifra que explica por qué el ajuste se siente con mayor fuerza en los hogares urbanos.
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El estudio también muestra contrastes llamativos dentro de la canasta. “La salud es el servicio que menos aumentó su precio relativo, con un 4,4%”, mientras que las prendas de vestir y el calzado registraron el mayor abaratamiento relativo, con una baja cercana al 29% en el período analizado. Sin embargo, estos descensos no compensan el peso de los gastos fijos en el presupuesto mensual.
Si se observa solo el último año, el panorama mantiene la misma lógica. La educación encabezó las subas relativas con un 18%, mientras que indumentaria volvió a mostrar retrocesos. Alquileres y servicios públicos quedaron apenas por debajo, consolidando una estructura de gastos donde los rubros imprescindibles avanzan más rápido que el promedio general.
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En este contexto, la inflación medida funciona como una referencia técnica, pero no logra capturar la experiencia cotidiana de las familias. El resultado es una sensación persistente de ajuste que no se explica solo por el número mensual, sino por cómo y dónde impactan las subas dentro de cada hogar.
Fuente: NA.



















