
Trump guarda bajo llave el “día después” si cae Maduro: planes, presiones y una salida incierta
Actualidad15/12/2025
Sergio Bustos
La Casa Blanca trabaja en silencio en un mapa para el “día después” en Venezuela. No es un paper de escritorio: nace al ritmo de una campaña de presión que combina movimiento militar en el Caribe y advertencias directas del presidente Donald Trump contra Nicolás Maduro.


Según fuentes al tanto de las discusiones, esos planes se escriben con bajo perfil y quedan custodiados dentro de la administración. El objetivo: prever qué haría Estados Unidos si Maduro deja el poder, ya sea por una salida negociada o por una escalada que incluya acciones directas dentro de territorio venezolano.
Puertas afuera, los funcionarios sostienen que el despliegue naval y la persecución de embarcaciones ligadas al narcotráfico apuntan a cortar el flujo de drogas hacia Estados Unidos. Puertas adentro, el armado de alternativas revela otra lectura: Washington evalúa escenarios para expulsar a Maduro, aunque el propio gobierno admite tensiones internas sobre el camino.
En ese tablero conviven halcones y prudentes. Mientras Trump sugiere una escalada, dos altos funcionarios aseguran que no hay interés en profundizar una intervención. Esa contradicción marca el clima: la amenaza suena fuerte, pero la decisión final aparece en disputa.
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En paralelo, Trump habló por teléfono con Maduro a fines del mes pasado, pocos días antes de que entrara en vigor la designación estadounidense que ubica al mandatario venezolano y a aliados del gobierno como integrantes de una organización terrorista extranjera. Desde la Casa Blanca señalan que no fue una conversación explosiva, aunque el mensaje tuvo filo: Trump le habría planteado a Maduro que le convenía abandonar el país y que pensaba seguir “destruyendo” barcos.
La planificación busca preservar opciones y evitar improvisaciones. Un alto funcionario lo resumió sin vueltas: “Es el trabajo del gobierno federal estar siempre preparado para los planes A, B y C”. Otra fuente insistió en el mismo tono: “Es responsabilidad del gobierno estadounidense prepararse para todos los escenarios que puedan presentarse en el mundo”.
En esa cocina, el Consejo de Seguridad Nacional mantiene la documentación bajo vigilancia estricta y articula el tema con el secretario de Estado y asesor interino de seguridad nacional, Marco Rubio. Rubio, además, refuerza el argumento político con un diagnóstico severo: “El problema es que Maduro ha hecho cinco acuerdos con diferentes partidos en los últimos 10 años y ha roto todos y cada uno de ellos”.
Del lado venezolano, la oposición también prepara su libreto. María Corina Machado y Edmundo González llevan años armando propuestas para una transición y compartieron partes de sus lineamientos. El dirigente David Smolansky habló de planes de “100 horas” y “100 días” para reordenar seguridad, economía, energía, infraestructura y educación.
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Estados Unidos, a la vez, sostiene una postura dura sobre la legitimidad. La administración Trump afirma que González es el “presidente legítimo” tras considerar que la oposición obtuvo la mayoría de los votos en la elección del año pasado. En Washington incluso circularon conversaciones informales sobre un posible rol de Machado y González en un eventual cambio de mando.
Pero el problema aparece cuando la película avanza: nadie termina de precisar cómo se produciría la salida de Maduro. Y sin ese dato, el “día después” se vuelve un rompecabezas con piezas móviles: ayuda económica, seguridad, inteligencia, gobernanza y presión externa para evitar una deriva hacia conflicto o caos.
En los pasillos de defensa, algunos analistas ven el gesto como una señal de aprendizaje. Mark Cancian, asesor en temas de defensa y seguridad del CSIS, lo planteó con un espejo incómodo: “Si pretenden cambiar el régimen, algo que parecen estar haciendo, necesitan tener una alternativa lista desde el primer día”. Y recordó el costo de no planificar: “En 2003, en Iraq, Estados Unidos no tenía un plan claro para el día después, y la administración Trump no querría repetir esa situación”.
El debate no es sólo operativo. También es político y diplomático: quién gobierna y cuándo se reconoce. El economista Francisco Rodríguez puso el foco en ese punto, porque de ahí cuelgan sanciones y financiamiento. “¿Cuándo y cómo se restituye el reconocimiento al gobierno venezolano?”, planteó. Y marcó una diferencia central: “Si se trata de un gobierno de transición que incluye a personas del chavismo, ¿cómo y cuándo se reconoce al gobierno? El reconocimiento determinará el levantamiento de las sanciones y el acceso al apoyo económico”.
Por ahora, el vínculo con la oposición existe, pero sin rutinas formales de alto nivel. Y la hoja de ruta opositora no cuenta con aval pleno desde Washington. En ese contexto, el “día después” se escribe con tinta reservada, mientras el presente se carga de presión, señales mixtas y un final que todavía nadie firma.


















