

Sobrevivieron en un lago congelado tras aterrizaje forzoso
Un piloto y dos niñas pasaron 12 horas sobre el ala de una avioneta en un lago congelado en Alaska. La búsqueda terminó con un rescate de precisión.
Actualidad26/03/2025

Un accidente aéreo sobre un lago congelado en Alaska dejó una imagen impactante: tres personas sobre el ala de una avioneta, esperando ser rescatadas. Un piloto y dos niñas resistieron una noche completa a temperaturas bajo cero, sin abrigo ni señal de emergencia.
La aeronave cayó el domingo por la noche en el lago Tustumena, en la península de Kenai. Se trató de un Piper PA-12 Super Cruiser. El avión quedó parcialmente sumergido, pero logró mantenerse a flote por la formación de hielo en su parte trasera.
Los tres ocupantes sobrevivieron al impacto inicial y lograron salir por sus propios medios. Pasaron aproximadamente doce horas en el exterior, sobre el ala, expuestos a temperaturas que descendieron a -20 grados. La situación se volvió crítica durante la madrugada.
El rescate comenzó gracias a un gesto individual. Terry Godes, piloto civil, decidió unirse a la búsqueda tras ver una publicación en redes sociales. El lunes por la mañana, sobrevoló la zona del accidente con su propia avioneta.
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Godes divisó el fuselaje dañado en la superficie del lago. Al acercarse, vio algo inesperado: los tres sobrevivientes seguían con vida. “Estaban vivos, atentos y en movimiento”, relató después a la agencia AP. Esa visión confirmó que todavía había esperanza.
La avioneta había partido de Soldotna rumbo al lago Skilak, en un vuelo turístico. Nunca llegó a destino. La falta de una radiobaliza dificultó la localización. Las condiciones climáticas y el terreno montañoso complicaron aún más las tareas de búsqueda.
Dale Eicher, otro piloto voluntario, se encontraba en la zona. Al recibir el aviso de Godes por radio, contactó a la Guardia Nacional. Su posición le permitía mejor señal telefónica. También envió las coordenadas exactas del lugar del accidente.
La Guardia Nacional activó un helicóptero desde Anchorage. La intervención fue inmediata. El equipo de rescate enfrentó condiciones adversas: vientos fuertes, baja visibilidad y una aeronave parcialmente congelada. Los tres ocupantes seguían sobre el ala.
El comandante del operativo, teniente coronel Brendon Holbrook, explicó que el plan inicial fue descartado. La idea era usar una grúa para levantar a las personas. Pero los vientos generados por el helicóptero pusieron en riesgo la maniobra.
Una de las niñas comenzó a ser arrastrada por la fuerza del aire. En ese momento, el piloto del helicóptero cambió de estrategia. Se desplazó lateralmente y permitió que los rescatistas accedieran desde un ángulo más seguro. Los tres fueron subidos a bordo.
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El piloto presentaba signos de hipotermia. Había estado en contacto con el agua. Las niñas, en cambio, estaban sorprendentemente secas. Según los rescatistas, eso fue clave para su supervivencia. Ninguno de los tres llevaba ropa adecuada para temperaturas extremas.
La aeronave no tenía sistemas de calefacción avanzados. El vestuario era básico. Se trataba de un vuelo corto, sin planificación para un aterrizaje forzoso. Sin embargo, el grupo logró mantenerse estable sobre el ala, sin perder el equilibrio ni entrar en pánico.
El lago Tustumena tiene una superficie de más de 24 mil hectáreas. Se trata de una zona peligrosa. Según el Departamento de Pesca y Caza de Alaska, los vientos repentinos y las aguas turbulentas representan una amenaza constante para aviones y embarcaciones.
El área se encuentra cerca de un glaciar. La geografía produce microclimas inestables. El viento puede cambiar de dirección sin previo aviso. También hay cambios bruscos en la presión atmosférica. Los accidentes en ese entorno suelen tener consecuencias fatales.
Holbrook explicó que varios factores evitaron una tragedia mayor. Uno fue que la cola del avión se congeló en el hielo. Eso impidió que el fuselaje se hundiera. Otro fue la rápida intervención de los civiles. “Si esa cola no se hubiera congelado, el avión se habría ido al fondo”, afirmó.
La decisión de Godes marcó la diferencia. El piloto no tenía obligación de salir. Sin embargo, confió en su intuición y actuó sin demora. El vuelo que realizó fue clave para el inicio del operativo oficial.
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Las autoridades destacaron la colaboración entre civiles y militares. No hubo jerarquías, solo acción coordinada. Eicher cumplió un rol técnico esencial. Gracias a su ubicación, pudo enviar información precisa al comando de rescate.
La noche fue larga y cruel. Los sobrevivientes no contaban con mantas, carpas ni señales de socorro. Solo el ala metálica de un avión congelado. La oscuridad y el frío formaron parte del paisaje durante toda la espera.
Godes recordó el momento en que los divisó desde el aire. “Pensé que ya no iban a estar, pero ahí estaban”, dijo. El hallazgo le generó alivio, pero también una urgencia total. La prioridad fue conseguir ayuda sin perder tiempo.
Los tres fueron trasladados a un hospital cercano. Recibieron atención inmediata. A pesar del trauma y el frío, sus signos vitales eran estables. No hubo fracturas ni heridas graves. La recuperación será física y emocional.
La comunidad local expresó admiración por los rescatistas. También por la entereza del piloto y las niñas. La historia se volvió viral en redes y medios de Estados Unidos. Muchos la calificaron como un milagro de invierno.
Holbrook concluyó que ningún protocolo puede reemplazar el compromiso humano. “Fue una operación técnica, pero también profundamente emocional”, afirmó. Agradeció el coraje de todos los involucrados y reconoció el valor de la comunidad civil.
El frío extremo no fue suficiente para apagar la voluntad de vivir. Sobre un lago helado y en la noche más larga, tres personas resistieron. Y lo hicieron juntas, aferradas al ala de un avión, esperando la llegada de la ayuda.



