Gilgamesh, el héroe inmortal que fundó las grandes leyendas

Actualidad28/04/2025Sergio BustosSergio Bustos
gilgamesh
La leyenda de Gilgamesh.

Antes de todos los mitos estuvo Gilgamesh. Su historia, transmitida en tablillas antiguas, abrió el camino para las leyendas universales que marcaron el imaginario de generaciones enteras.

La versión más completa de su epopeya se encontró en Nínive. La biblioteca del rey Asurbanipal conservó las tablillas que narran sus hazañas y búsquedas imposibles.

Gilgamesh nació de la unión entre una diosa y un mortal. Su madre fue Ninsun, y esa herencia le otorgó poderes sobrehumanos que lo distinguieron entre los hombres.

Era dos tercios dios y un tercio humano. Esta proporción divina le dio una fuerza descomunal y una belleza que quedó reflejada en estatuas y grabados de la época.

El héroe gobernó sobre la ciudad de Uruk. Sus muros inexpugnables y su fastuosa arquitectura fueron parte de su legado como rey y constructor.

Su poder también generó descontento entre sus súbditos. Los abusos de su autoridad llevaron a que los dioses atendieran los ruegos del pueblo de Uruk.


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Los dioses crearon a Enkidu para equilibrar su poder. Este ser salvaje, cubierto de pelo, vivía entre las bestias hasta que una mujer lo civilizó.

Enkidu se enfrentó a Gilgamesh en Uruk. El combate no generó enemistad, sino que forjó una amistad profunda entre ambos héroes.

La alianza los llevó a realizar grandes proezas. Entre ellas, matar al temible Humbaba, guardián de los cedros sagrados del dios Enlil.

La diosa Ishtar se enamoró de Gilgamesh. Al ser rechazada, su ira desató nuevas pruebas para el héroe y su inseparable amigo.

Ishtar envió un toro celestial para destruir Uruk. Cada resoplido del animal abría grietas enormes, pero Enkidu y Gilgamesh lograron derrotarlo juntos.

Enkidu cometió la imprudencia de burlarse de Ishtar. Como castigo, los dioses decretaron su lenta y dolorosa muerte.

La muerte de Enkidu quebró el espíritu de Gilgamesh. El héroe, ante la pérdida de su amigo, emprendió su viaje más ambicioso: encontrar el secreto de la inmortalidad.

Gilgamesh buscó a Utnapishtim, sobreviviente del diluvio. Este ancestro mítico había alcanzado la vida eterna gracias a la misericordia divina.


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El camino estuvo plagado de desafíos y monstruos. Gilgamesh debió cruzar montañas gemelas custodiadas por seres híbridos, mitad hombre, mitad dragón.

Con valor y determinación, logró atravesar los peligros. En su travesía, recibió el consejo de Siduri, diosa de la sabiduría, que intentó disuadirlo.

Siduri advirtió que la inmortalidad no era para los hombres. A pesar de sus palabras, Gilgamesh continuó su búsqueda sin detenerse.

El barquero Urshanabi ayudó a Gilgamesh a cruzar el Mar de la Muerte. El viaje fue arduo, con aguas mortales que no podían tocarse.

Finalmente, Gilgamesh llegó ante Utnapishtim. El sabio le reveló que existía una planta capaz de restaurar la juventud.

Gilgamesh encontró la planta de la juventud eterna. Planeaba probarla primero en los ancianos de Uruk y luego en sí mismo.

Una serpiente robó la planta durante el regreso. Gilgamesh, impotente ante la pérdida, entendió que la inmortalidad no era para los hombres.


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La serpiente, al devorar la planta, ganó el don del rejuvenecimiento. Esta explicación mítica justificaba la renovación constante de su piel.

Decepcionado, Gilgamesh regresó a su ciudad. Reconoció que su legado debía construirse en vida y no en la eternidad.

Uruk fue el testimonio de su grandeza terrenal. Los muros que levantó y la cultura que impulsó sobrevivieron más que su propia vida.

La Epopeya de Gilgamesh trascendió generaciones. Sus temas de amistad, muerte, búsqueda y resignación siguen vigentes en las culturas del mundo.

El relato inspiró mitos posteriores en distintas civilizaciones. Desde el diluvio universal hasta la travesía hacia la inmortalidad, muchas tradiciones tomaron elementos de su historia.

La literatura occidental también recogió su influencia. Epopeyas como la Odisea o relatos bíblicos conservaron ecos de su legado.

Gilgamesh permanece como símbolo del héroe que desafía su destino. Un recordatorio de que la búsqueda de sentido y trascendencia acompaña a la humanidad desde sus orígenes.

La historia de Gilgamesh sigue viva en cada nueva generación. Su odisea continúa enseñando que, aun frente a la muerte, el hombre puede encontrar grandeza en sus actos y memoria en su legado.

   

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