


Un grupo de investigadores del Conicet descubrió una especie exótica invasora en aguas del Golfo Nuevo, en la costa noreste de Chubut. Se trata de una ascidia colonial, un animal marino invertebrado comúnmente conocido como “papa de mar”, que nunca antes había sido registrada en esta parte del Atlántico Sur.


Las ascidias son animales filtradores que viven adheridos a superficies naturales o artificiales, como rocas, pilotes o jaulas de maricultura. Aunque parezcan simples organismos marinos, están emparentadas con los vertebrados, y su forma de alimentarse consiste en filtrar el agua mediante un sifón oral, para luego expulsarla junto con los desechos por un sifón cloacal.
Según explicó la doctora en Ciencias Biológicas Clara Giachetti, becaria posdoctoral del Instituto de Biología de Organismos Marinos (IBIOMAR), esta especie forma colonias de individuos diminutos que crecen de manera conjunta sobre sustratos duros. “Crecen como una alfombra”, indicó, y aclaró que a diferencia de las ascidias solitarias, estas no se ven como organismos individuales.
El hallazgo se realizó en dos zonas clave: en Chubut, se identificaron sobre los pilotes del muelle Almirante Storni y en la zona intermareal de Punta Cuevas. También se encontraron en Mar del Plata, lo que sugiere una posible conexión por el tráfico marítimo entre ambos puertos, que reciben buques pesqueros y embarcaciones recreativas.
Uno de los aspectos que más sorprendió al equipo científico fue la variedad de colores de esta ascidia. “Nunca habíamos visto una colonia con colores tan particulares como naranjas, blancos, rosas y negros”, señaló Giachetti. Esa característica ayudó a detectar rápidamente que se trataba de una especie nueva en la región.
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El equipo de trabajo realizó análisis moleculares para confirmar la identidad de la especie. El estudio comparó los datos genéticos con registros previos, tanto del Centro Nacional Patagónico (CENPAT) como de un grupo de investigación en La Plata, con amplia experiencia en biodiversidad marina.
“Tanto en el Cenpat como el grupo de La Plata trabajamos desde hace tiempo y hay conocimiento acumulado. Rápidamente nos dimos cuenta de que era una especie nueva”, remarcó Giachetti. La presencia de esta ascidia no había sido documentada antes en el Golfo Nuevo ni en el Atlántico Sudoccidental.
Hasta el momento, no se ha detectado un impacto negativo directo en la biodiversidad de la zona. Sin embargo, la investigadora enfatizó la importancia de actuar de manera preventiva. “Si tiene algún efecto, es necesario conocerlo lo antes posible y no cuando ya existe el problema”, advirtió.
Una de las principales preocupaciones es su posible impacto en la maricultura. Estas ascidias tienden a crecer sobre las estructuras utilizadas para el cultivo de mejillones, como sogas y jaulas, y su crecimiento excesivo puede dañarlas, provocando pérdidas económicas para los productores.
Además, las ascidias y los mejillones compiten por alimento, ya que ambos filtran partículas del agua de mar. Cuando la población de ascidias es muy densa, pueden llegar a asfixiar a los mejillones, lo cual representa una amenaza para esta actividad productiva que tiene un fuerte arraigo en la costa chubutense.
La especie detectada tiene una capacidad notable de adaptación. Su presencia en el intermareal de Punta Cuevas llamó la atención de los investigadores, ya que ese es un ambiente exigente: durante la bajamar, queda sin agua durante varias horas, y no se conocían especies de ascidias que pudieran resistir ese tipo de condiciones.
“Hasta ahora no teníamos ascidias que sobrevivieran en el intermareal. Esto significa que aguanta períodos sin agua”, explicó Giachetti. Esa resistencia demuestra que se trata de una especie particularmente adaptable, lo que incrementa las chances de expansión a otros hábitats costeros.
El origen de esta especie sigue bajo investigación, pero los análisis comparativos indican que podría haber llegado desde Japón o el Canal de la Mancha. Ambas regiones tienen registros de ascidias con características similares, y comparten rutas marítimas con el hemisferio sur.
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“Suponemos que pueden provenir de allí, pero es solo una hipótesis”, aclaró la investigadora. El análisis del tráfico marítimo internacional podría ayudar a determinar cuál fue la ruta exacta de introducción. La especie ya fue registrada en otros lugares del hemisferio norte, y en Nueva Zelanda dentro del hemisferio sur, pero no había registros en el Atlántico Sudoccidental.
Las especies exóticas marinas suelen dispersarse por medio de embarcaciones. Los barcos pueden transportar larvas adheridas al casco, o bien a través de sus aguas de lastre. Aunque existen protocolos para vaciar esas aguas en alta mar, donde la falta de nutrientes dificulta la supervivencia de organismos, el sistema no siempre es suficiente para evitar introducciones.
“Los barcos traen cosas pegadas y pueden liberar larvas en cualquier lugar”, explicó Giachetti. En el caso de las ascidias, basta con que algunos individuos sobrevivan al trayecto para establecerse en un nuevo hábitat, siempre que las condiciones sean favorables.
Desde que fue detectada, la especie ya está establecida en el Golfo Nuevo. Eso implica que no puede erradicarse por completo. El esfuerzo actual se centra en monitorear su expansión, conocer sus interacciones con especies nativas y prevenir nuevos ingresos.
“Lamentablemente ya estaba establecida, es decir que no podemos hacer mucho para erradicarla”, lamentó la especialista. A partir de ahora, el objetivo es realizar seguimientos constantes y registrar su presencia en otras áreas del golfo y en posibles arrecifes naturales.
El caso de esta ascidia refuerza la necesidad de mantener la vigilancia sobre los ecosistemas costeros, especialmente en puertos activos como el de Madryn. La globalización marítima aumenta el riesgo de introducir especies no autóctonas, que muchas veces pasan desapercibidas hasta que generan desequilibrios.
Los científicos consideran fundamental continuar con los análisis genéticos para conocer más detalles sobre la biología de esta especie, su capacidad reproductiva, su alimentación y las posibles consecuencias sobre otras comunidades marinas. La información genética también ayudará a rastrear su procedencia.
La presencia de esta especie invasora en dos puertos tan distantes indica una posible propagación por el litoral atlántico. Las autoridades ambientales y portuarias deberán trabajar en conjunto con los científicos para establecer protocolos de control y mitigación.
Los antecedentes internacionales muestran que las ascidias pueden modificar hábitats completos, reemplazar especies nativas y alterar las cadenas tróficas. Aunque en este caso aún no se ha comprobado un impacto severo, el monitoreo continuo permitirá actuar a tiempo.
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El Golfo Nuevo es una de las áreas marinas más biodiversas de Argentina. Allí conviven lobos marinos, delfines, peces, moluscos y aves costeras. La llegada de una especie invasora podría modificar ese equilibrio si no se toman precauciones.
Puerto Madryn, como ciudad costera y puerto multipropósito, tiene un rol clave en la prevención de estos fenómenos. Las actividades humanas, como la pesca, el turismo náutico y el comercio marítimo, pueden favorecer la llegada de especies foráneas si no se cumplen estrictos controles.
El caso de las papas de mar es un nuevo ejemplo de cómo el cambio puede llegar de forma silenciosa. Un organismo de pocos milímetros, sin embargo, puede convertirse en un actor importante dentro del ecosistema. El rol de la ciencia es advertirlo a tiempo.
Para los investigadores del Conicet, este hallazgo representa una oportunidad para estudiar en profundidad las dinámicas de las invasiones biológicas, su impacto y sus posibles soluciones. También para generar conciencia social sobre la fragilidad del ecosistema marino.
“Hay que actuar antes de que aparezca el problema”, concluyó Giachetti. La detección temprana es la única forma de proteger el mar que rodea a Chubut, un recurso vital no solo para la biodiversidad, sino también para las actividades humanas que dependen de él.









