



Un telescopio terrestre logró mirar el principio del universo. El instrumento, ubicado en el desierto de Atacama, detectó por primera vez una señal que solo habían captado satélites.


El avance fue posible gracias al telescopio CLASS. El equipo de investigación consiguió observar la polarización del fondo cósmico de microondas desde más de 5.000 metros de altura.
Durante años, se creyó que esto no se podía lograr desde la Tierra. La atmósfera parecía un obstáculo insalvable. La señal viajaba 13.000 millones de años, pero se debilitaba al llegar.
El hallazgo marca un hito para la cosmología. Por primera vez, científicos midieron desde el suelo una señal clave del universo primitivo con precisión comparable a la de satélites como Planck.
El fondo cósmico de microondas es una huella del Big Bang. Las primeras estrellas dejaron una polarización débil en esa luz, que ahora fue detectada desde Chile.
El estudio fue publicado en The Astrophysical Journal. El equipo CLASS usó simulaciones, moduladores y técnicas estadísticas para evitar errores y falsos positivos.
Los datos permitieron calcular el parámetro τ. Esta medida indica cuándo ocurrió la reionización del universo, un momento clave en su evolución.
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La reionización comenzó con las primeras estrellas. La luz que emitieron reconfiguró el cosmos y alteró el fondo cósmico que todavía hoy podemos observar.
CLASS operó en la frecuencia de 90 GHz. Esa banda logra un equilibrio entre sensibilidad y rechazo de interferencias terrestres.
La polarización es difícil de medir. Se trata de una señal sutil, casi imperceptible, que puede confundirse fácilmente con “ruido” de la Tierra.
El equipo desarrolló un estimador cuadrático corregido. Esta técnica estadística permite mejorar la precisión sin borrar la señal buscada.
Los resultados coincidieron con los datos del satélite Planck. La cifra obtenida fue τ = 0.053 ±0.019, dentro del margen previsto.
Esto confirma que es posible estudiar el universo temprano sin salir del planeta. Una alternativa más económica y sostenible que los telescopios espaciales.
Los investigadores realizaron más de 500 simulaciones. Validaron cada resultado y verificaron que la señal era real.
El telescopio CLASS puede mantenerse y actualizarse. A diferencia de los satélites, se encuentra en superficie y permite mejoras constantes.
El objetivo es lograr una medida independiente de τ. Así se evitaría depender de datos espaciales y se avanzaría hacia una nueva etapa de observación terrestre.
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El universo actúa como un laboratorio natural. Su estudio permite conocer partículas y fenómenos imposibles de reproducir en condiciones artificiales.
Los científicos quieren afinar el entendimiento de la materia oscura. También buscan datos más precisos sobre los neutrinos y otras partículas elementales.
La polarización del fondo cósmico ofrece pistas únicas. Muestra cómo evolucionó el universo y qué procesos marcaron sus primeras etapas.
El desierto de Atacama es un sitio clave para la observación. Tiene una atmósfera seca y despejada que favorece la detección de microondas.
El instrumento usó un modulador para distinguir la polarización deseada. También filtró interferencias generadas por el movimiento del propio telescopio.
Los investigadores destacaron la importancia del filtrado temporal. Una mala estrategia puede borrar tanto el ruido como la señal verdadera.
Con una optimización del 20 %, se podría alcanzar el límite de precisión. Ese nivel lo impone la varianza cósmica, el máximo teórico permitido.
Las primeras estrellas dejaron una huella visible. Esa luz, casi extinguida, todavía puede leerse si se cuenta con los instrumentos correctos.
El descubrimiento redefine las posibilidades de la ciencia terrestre. Ya no es necesario enviar satélites para mirar el pasado cósmico.
El avance combina astronomía y física fundamental. Dos campos que se cruzan para dar respuestas sobre el origen de todo.
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Observar desde la Tierra permite continuidad. Los equipos se pueden actualizar, sin depender de costosos lanzamientos espaciales.
La gente pensaba que esto no se podía hacer. Hoy, los datos demuestran que sí se puede, desde el suelo, con rigor y tecnología.
El universo, lejos de ser inalcanzable, está cada vez más cerca. Basta mirar desde los Andes y leer lo que la luz antigua todavía tiene para decir.









