
Cadillac en la estepa: la historia olvidada de los autos del Paralelo 42
Por Sergio Bustos
Mi Archivo03/08/2025
Sergio Bustos
Durante dos décadas, Puerto Madryn fue un showroom al aire libre de vehículos norteamericanos. La política que los trajo, el negocio que los multiplicó y la frontera que los detuvo.


A mediados del siglo XX, una medida del Estado nacional convirtió a la Patagonia en una isla dentro del mapa económico argentino. El Decreto Ley 10.991, sancionado en 1956, estableció una zona franca al sur del Paralelo 42, con el objetivo de incentivar el desarrollo poblacional, industrial y logístico de una región por entonces aislada. Aquella decisión, pensada como motor de crecimiento, terminó generando uno de los episodios más insólitos del siglo: la llegada masiva de autos norteamericanos a las calles de Puerto Madryn.

El régimen habilitaba la importación sin aranceles de maquinaria pesada, herramientas, motores y vehículos con fines productivos. La idea original era facilitar el acceso a medios de transporte y trabajo en zonas donde no había industria automotriz nacional. Sin embargo, la letra chica y los permisos especiales permitieron que ese ingreso se extendiera a autos de lujo, vehículos armados y usados en perfecto estado.
OTRAS NOTICIAS:
Así, entre fines de los años 50 y comienzos de los 70, Madryn, Comodoro, Río Gallegos y otras localidades patagónicas comenzaron a recibir barcos con cargamentos de automóviles que parecían salidos de una película de Hollywood. Convertibles, sedanes, pick-ups, station wagons. Marcas como Cadillac, Lincoln, Buick, Dodge, Ford y Chevrolet se volvieron moneda corriente en una ciudad que apenas superaba los 10 mil habitantes.
“Uno caminaba por la avenida Roca y veía autos que ni en Buenos Aires se veían”, recuerdan los vecinos más grandes.
La postal era extraña y fascinante. Las calles de ripio contrastaban con el brillo de los paragolpes cromados. Muchos autos traían dirección hidráulica, calefacción y hasta aire acondicionado, lujos impensados para la mayoría del país. Los barcos llegaban al viejo muelle y descargaban las unidades como si se tratara de mercancía de rutina. En poco tiempo, Puerto Madryn se convirtió en la ciudad con más autos por habitante del sur argentino.

Pero el fenómeno no tardó en desbordarse. Con la llegada de vehículos también creció un circuito paralelo de compraventa, reventa e ingreso ilegal al norte del país. El paso de Arroyo Verde, en el límite entre Río Negro y Chubut, pasó a ser un punto caliente. Allí, decenas de autos cruzaban el paralelo de forma clandestina, muchas veces con papeles adulterados o gracias a sobornos pactados con autoridades aduaneras.
En 1958, una investigación legislativa nacional reveló que más de 2.000 vehículos habían traspasado la línea divisoria hacia zonas donde la ley ya no permitía su circulación. El informe hablaba de redes de corrupción, listas negras, pagos en efectivo y hasta autos desarmados que se volvían a armar del otro lado del paralelo. La Aduana, colapsada por el flujo, empezó a decomisar vehículos y los estacionó en grandes playones, muchos de ellos en Puerto Madryn.
OTRAS NOTICIAS:
“Era un cementerio de autos impecables, en perfecto estado, pero atrapados por el papeleo”, relatan cronistas de la época.
Esos autos, varados y expuestos a la intemperie, se convirtieron en parte del paisaje local. Eran objeto de curiosidad, leyenda urbana y reclamo legal. Algunos pasaron años enteros bajo el sol y el salitre del mar. Finalmente, en 1968, el gobierno nacional decidió nacionalizar 89 de esos vehículos por decreto, autorizando su uso fuera de la zona franca y su eventual venta legal.
Pero la medida llegó tarde. La época dorada de los autos del Paralelo 42 ya había terminado. Las restricciones se endurecieron, el régimen perdió sentido y el negocio dejó de ser rentable. Muchos autos fueron vendidos por poco dinero, otros abandonados. Algunos aún circulan hoy en la Patagonia como testigos vivos de aquella etapa.

Para Puerto Madryn, el fenómeno dejó huellas profundas. Modificó costumbres, marcó una identidad y puso a la ciudad en el centro de un experimento económico sin precedentes. También evidenció lo que puede ocurrir cuando la política pública se piensa sin controles: una herramienta para el desarrollo puede convertirse en un atajo para el privilegio.
OTRAS NOTICIAS:
Hoy, las fotos de época muestran a jóvenes posando junto a autos inmensos, en calles vacías y con el Golfo Nuevo de fondo.
Son imágenes que mezclan modernidad y soledad, tecnología y geografía. Una contradicción que define a la Patagonia de aquel entonces. Y que nos recuerda que muchas veces, los mejores autos del mundo no llegaron por ruta. Llegaron por decreto.
NO TE PIERDAS:
Desde este domingo #LA17 te presenta las versiones Multiplataforma de "MI ARCHIVO" de Sergio Bustos. Encontralos en nuestro canal de Youtube.







La historia del catamarán chubutense Gandul, que cruzó el Atlántico y naufragó en otra aventura
Por Sergio Bustos

La historia narco de puertos pesqueros: Mar del Plata y los operativos que marcaron una era
Por Sergio Bustos










