

El femicidio de Leonela Aguirre sigue presente en la memoria de Puerto Madryn a quince años de ocurrir. La niña de diez años desaparece el 16 de marzo de 2010 cuando vuelve de la escuela. Al día siguiente, vecinos encuentran su cuerpo dentro de un contenedor, con signos de abuso y asfixia. La noticia conmociona a toda la ciudad y coloca el caso en la agenda nacional.



Desde el primer momento la investigación apunta a un adolescente de 15 años. Una muestra de ADN lo vincula con la escena del crimen. Sin embargo, la ley lo declara inimputable por su edad y el proceso judicial nunca llega a juicio. Esa condición genera un vacío de justicia que con el tiempo se transforma en una herida colectiva.
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La causa atraviesa distintas etapas de investigación, con detenciones y liberaciones que nunca logran despejar todas las dudas. En un inicio se sospecha de un adulto, luego descartado. Finalmente, el menor señalado como autor recupera la libertad bajo restricciones, aunque siempre queda la convicción de que pudo haber más personas involucradas.

La familia de Leonela, encabezada por su madre y por su tía Margarita, mantiene el reclamo constante. Insisten en que la causa no está cerrada en la conciencia social, aun cuando la justicia formalmente lo haya determinado así. “Para nosotros nunca va a estar cerrada”, repiten en cada aniversario, como un mantra contra el olvido.
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Con el correr de los años, la comunidad organiza homenajes y recordatorios. Plazas, murales y actos escolares mantienen viva la memoria de la niña. Cada marzo, las calles de Madryn vuelven a teñirse de flores y carteles con su nombre, en un gesto colectivo que reafirma el pedido de justicia.

El caso se convierte en un símbolo del debate sobre la responsabilidad penal juvenil y las limitaciones del sistema judicial frente a delitos de extrema gravedad cometidos por menores. Al mismo tiempo, instala una discusión social sobre la impunidad y el derecho de las familias a obtener respuestas.
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En 2025, al cumplirse quince años del crimen, la ciudad rinde un homenaje especial. Se inaugura un mural, se realizan actos públicos y se recuerda la historia en los medios locales. Lejos de quedar en el pasado, el femicidio de Leonela Aguirre se transforma en una marca identitaria para Puerto Madryn, una de esas historias que atraviesan generaciones.

Hoy, la figura de Leonela representa no solo la tragedia de una vida truncada, sino también la necesidad de una sociedad que exige justicia efectiva. La memoria popular sostiene su nombre como símbolo de lo que no debe repetirse y como recordatorio de que las heridas abiertas reclaman respuestas.
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El tiempo convierte el caso en una referencia ineludible de la historia reciente de Madryn. Entre la indignación, la tristeza y la memoria, el nombre de Leonela Aguirre permanece vigente como una deuda de justicia que sigue interpelando a la comunidad entera.







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