
Weretilneck, aislado y bajo presión: el caudillo rionegrino que perdió el control de su propio espacio
Política10/11/2025
Sergio Bustos
El golpe electoral del 26 de octubre dejó a Alberto Weretilneck en su punto más bajo desde su regreso al poder. El oficialismo provincial, Juntos Defendemos Río Negro (JDRN), no consiguió bancas en el Congreso y, con el recambio legislativo de diciembre, perderá los escaños que hoy ocupan Mónica Silva y Agustín Domingo. El resultado fue leído como un claro voto de castigo a una gestión que perdió conexión con la sociedad y con su propia base política.


Fuentes consultadas dentro de la Casa de Gobierno reconocieron a La Tecla Patagonia “un malestar notorio y palpable” en el gobernador, cuya tensión se traslada a todos los ámbitos del Ejecutivo. Funcionarios aseguran que Weretilneck “no se deja asesorar y escucha solo a su círculo más estrecho”, bautizado por sus críticos como “los amigos del campeón”, un grupo que evita confrontarlo con la realidad de su declive político.
Su estrategia de “la avenida del medio”, que en otros tiempos lo posicionó como un mediador pragmático entre la Nación y la provincia, fracasó en las urnas y dejó al oficialismo sin representación nacional por primera vez en una década. Incluso su vicegobernador, Pedro Pesatti, había anticipado el desenlace y hoy aparece como una figura relegada, aunque reivindicada por el resultado.
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El gobernador intenta recomponer su imagen con gestos mediáticos y un tono más cercano en redes sociales, donde se muestra subiendo a un avión para reunirse con Milei o llamando “Tía Mabel” a una intendenta en tono familiar. Sin embargo, en el entorno político interpretan esos movimientos como una maniobra desesperada por recuperar la empatía perdida.
Mientras tanto, intendentes y legisladores comienzan a tejer nuevas alianzas, algunos explorando acercamientos con sectores libertarios y otros retomando el diálogo con el peronismo. Los sindicatos, que hasta hace poco mantenían un trato amable con el Ejecutivo, adoptaron una postura más dura, exigiendo aumentos y denunciando promesas incumplidas.
En ese clima, el propio Pesatti se distanció tras la negativa de Weretilneck a habilitar su candidatura al Senado, una decisión que profundizó la fractura interna del oficialismo. “El gobernador apostó a mantener el control total, pero terminó quedando solo”, confió un dirigente rionegrino con acceso al despacho de Viedma.
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El aislamiento político de Weretilneck se refleja también en la falta de interlocutores nacionales, tras un año en el que sus vínculos con el Gobierno de Milei oscilaron entre la cautela y el recelo. En la práctica, el gobernador hoy depende de acuerdos externos para sostener su gobernabilidad, algo impensado hace apenas dos años.
A medida que se reconfigura el mapa político en Río Negro, la figura del viejo caudillo pierde peso dentro y fuera de su coalición, y su futuro aparece atado a la capacidad de reconstruir la confianza con intendentes y sectores que lo acompañaron durante más de una década.
“El desgaste es evidente. Weretilneck está pagando el precio de haber querido ser imprescindible”, resumió un exfuncionario provincial, mientras en Viedma el oficialismo intenta contener una crisis que combina derrota electoral, fractura interna y pérdida de liderazgo.






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