PENÍNSULA VALDÉS: REVELAN DATOS INÉDITOS SOBRE LAS BALLENAS

Un centenar de ballenas francas australes fueron registradas por investigadores del Instituto de Conservación de Ballenas alimentándose en el Golfo San José.

Actualidad 24 de noviembre de 2023 REDACCIÓN REDACCIÓN
ballena estudiada
Ballenas en Península Valdés

Investigadores del Instituto de Conservación de Ballenas (ICB) relevaron aproximadamente 100 ejemplares alimentándose en el Golfo San José. El registro, inusual por su magnitud, toma mayor relevancia en el contexto de cambios ambientales a nivel local y global.

A través de un informe, la institución señaló que el 1 de octubre, desde la estación de investigación del Golfo San José, Península Valdés, más de cien ballenas francas fueron observadas alimentándose entre Punta Conos y Bahía Fracasso. Investigadores del Instituto de Conservación de Ballenas registraron este comportamiento desde la costa mediante drones y realizaron un seguimiento con telescopios y cámaras. 
 
"Existen pocos registros sistemáticos de eventos de alimentación de tal magnitud en este golfo, aunque actualmente este comportamiento se observa con mayor frecuencia en Península Valdés. El evento sucedió al atardecer, mientras los investigadores realizaban observaciones para estudiar la condición corporal de las ballenas francas de Península Valdés e identificar individuos mediante fotografías aéreas tomadas con drones. En los primeros registros, observaron algunos individuos nadando con la boca abierta y exhibiendo las barbas con las que se alimentan", consigna el relevamiento. 

Ballenas en Península Valdés

Mariano Sironi, Director Científico del ICB, y Agustina Donini, investigadora del Programa de Monitoreo Sanitario Ballena Franca Austral, realizaron dos conteos. Sobre esta labor, Sironi relató: “Contabilizamos entre 94 y 97 grupos, por lo que estimamos que las ballenas en alimentación superaban el centenar. Todas las ballenas adultas y juveniles que observamos desde la costa y con los drones estaban alimentándose. No había saltos, coletazos u otros comportamientos típicos en toda el área del golfo que podíamos ver con los telescopios. Nadaban a velocidad considerable en todas direcciones, con la boca abierta en superficie. Para completar el inusual registro, también vimos un grupo de unos quince delfines oscuros, aunque solo cruzaron el área de observación nadando en dirección constante y no los vimos alimentarse”.

A su turno, Nicolás Lewin, investigador del ICB y piloto de drone, describió: “Fue llamativo ver que las primeras ballenas fotografiadas nadaban con la boca abierta. Luego notamos que todas las ballenas del área estaban alimentándose. Decidimos priorizar las imágenes que nos permitan aprender detalles de este comportamiento e identificar estos individuos en el catálogo para aumentar la información de las historias de vida de ballenas conocidas” y Cristian Pérez Aagard, asistente de investigación, que también participó del registro de este evento sostuvo: “Podíamos ver incluso el movimiento de la lengua, la boca y el flujo del agua ingresando por la abertura anterior y saliendo entre las barbas. Es emocionante ver estos comportamientos con tanto detalle, porque nos permiten aprender más sobre estos animales maravillosos.” 

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¿Qué puede aprenderse con estas observaciones?

Además de generar más información sobre el comportamiento y la biología de las ballenas francas australes, estos datos cobran mayor relevancia en el actual contexto de cambios ambientales a nivel local y global. 

En 2022 murieron 28 ballenas francas adultas entre el 24 de septiembre y el 11 de octubre en el Golfo Nuevo, en lo que se considera el evento de mayor mortandad de ballenas adultas para esta especie en el mundo. 
 
Muchas ballenas fueron registradas alimentándose durante ese período, en el que también se registraron muertes de aves marinas. Toda la evidencia científica obtenida sugiere que las muertes se debieron a intoxicación por biotoxinas presentes en altísimas concentraciones durante una floración algal nociva en el Golfo Nuevo. 
 
Camila Muñoz Moreda, investigadora del ICB y estudiante de doctorado en el CESIMAR – CONICET de Puerto Madryn, está llevando adelante un proyecto que estudia el uso de los recursos tróficos (es decir, del alimento) de las ballenas durante la temporada reproductiva en Península Valdés. El estudio combina análisis de hormonas, Isótopos estables y Fotogrametría. Como parte de esta investigación, durante septiembre se recolectaron biopsias de piel y grasa de 60 ballenas francas en el Golfo Nuevo y en el Golfo San José que, junto a imágenes aéreas de drones, permitirán comprender mejor de qué modo factores como la calidad, abundancia y disponibilidad de alimento impactan sobre la salud de las ballenas.

La investigadora destacó la relevancia de este registro: “Haber presenciado y registrado este evento es una fuente de información sumamente valiosa y complementaria para el estudio que estamos llevando adelante. Esperamos obtener respuestas a preguntas claves como por ejemplo si las ballenas en peores condiciones corporales se alimentan con mayor intensidad en estos golfos en comparación con aquellos individuos en mejor estado para afrontar el periodo en el que se encuentran en el área de reproducción. También si las madres se alimentan más dado sus mayores requerimientos energéticos para amamantar a las crías cuando se encuentran en Península Valdés, y si el éxito en su alimentación se ve reflejado en el estado de sus crías.”

Un antecedente similar 

Se sabe que las ballenas francas se alimentan en el área de cría de Península Valdés al inicio de la primavera. Sin embargo, son muy pocos los registros de eventos de alimentación de esta magnitud en el Golfo San José. Un caso similar se observó en la misma zona del golfo hace más de 20 años. 

El Dr. Sironi recuerdó: “Mientras realizaba mi tesis doctoral sobre el comportamiento de las ballenas juveniles, en una ocasión vi un grupo de entre 20 y 30 ballenas alimentándose en la misma zona del Golfo San José donde las registramos ahora. Era el año 2000. Aquel evento duró al menos seis horas y también fue en octubre. Lo recuerdo muy bien porque quedó registrado en un documental, y sobre todo, porque una de esas ballenas era nada menos que Hueso, una ballena que conozco desde que nació en 1999 y que en ese momento tenía apenas un año. Lo curioso es que volvimos a ver a Hueso en esta misma bahía pocos días antes del evento que registramos ahora, aunque ella ahora tiene 24 años y está con su propia cría. De estas historias de ballenas individuales se nutre mucho de lo que aprendemos. Quizás Hueso es una de las ballenas que vimos alimentarse el 1 de octubre, aunque no puedo asegurarlo porque eran muchísimas y no pudimos fotografiarlas a todas”.

   

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