


La escalada arancelaria entre Estados Unidos y China amenaza con transformarse en una crisis global de consumo. El nuevo plan presentado por Donald Trump contempla un arancel del 10 % a la mayoría de socios comerciales por 90 días, pero eleva a un 125 % los gravámenes sobre productos chinos, endureciendo aún más una guerra económica que ya venía tensionada.
Como contrapartida, China anunció una suba al 84 % en sus aranceles sobre importaciones estadounidenses, reavivando el conflicto entre dos de las principales economías del planeta.
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Más allá de los movimientos diplomáticos, el impacto se traslada rápidamente a los bolsillos. El precio de productos importados como el iPhone, la ropa de marca, el café, el chocolate o el alcohol aumentará en Estados Unidos, y según especialistas, la suba será inminente. “Los consumidores van a pagar el precio de esta guerra”, advirtió el analista Phil Lempert.
En 2024, Estados Unidos importó más de 438 mil millones de dólares en productos desde China, mientras que sus exportaciones hacia ese país alcanzaron los 143.500 millones. Esta asimetría comercial vuelve más delicado cualquier movimiento tarifario, ya que EE.UU. depende en buena parte de insumos y bienes fabricados en Asia.
El caso de Apple ilustra este fenómeno. Su proveedor principal, Foxconn, emplea a más de 300.000 personas en China y produce la mayoría de los iPhones que se venden en el mundo. Con los nuevos aranceles, el costo de fabricación se disparará, y se espera que los precios al consumidor reflejen ese incremento de forma directa.
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Lo mismo ocurrirá con otras marcas icónicas del mercado estadounidense. Best Buy, uno de los principales retailers de electrónica, obtiene más de la mitad de sus productos desde China. Nike, en tanto, fabrica gran parte de su indumentaria en Vietnam, China y Camboya, todos países potencialmente afectados por la nueva política comercial.
Pero el golpe más sensible puede llegar desde las góndolas del supermercado. Según Lempert, hasta el 50 % de los productos que se encuentran en una tienda podrían verse impactados por aranceles, ya sea directamente o por sus ingredientes. El café, el marisco, el chocolate, las bebidas alcohólicas y hasta el kétchup están entre los productos que ya comenzaron a subir de precio.
El caso del pescado y los mariscos es alarmante. EE.UU. importa hasta el 85 % de estos alimentos desde países como Chile, India, Indonesia y Vietnam. Con nuevos gravámenes en puerta, los precios podrían subir considerablemente, afectando tanto al consumidor como a toda la cadena gastronómica.
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El café, bebida esencial para millones de estadounidenses, también enfrenta una posible suba histórica. El 80 % del café tostado que consume EE.UU. proviene de Latinoamérica. Con aranceles adicionales, el aumento en el valor de este producto sería prácticamente inevitable.
El mercado del alcohol también está bajo presión. El vino importado de Europa y Oceanía, así como la cerveza de México, Irlanda y Países Bajos, ya enfrenta sobrecostos. Además, los aranceles al aluminio complican la producción de bebidas enlatadas, desde gaseosas hasta cervezas artesanales.
La reacción del consumidor no se hizo esperar. En los últimos días, se registraron escenas de compras nerviosas en tiendas Apple, mientras los supermercados vieron crecer sus ventas de productos no perecederos. Las ventas de café instantáneo subieron un 21 %, las de kétchup un 18 % y las de cerveza un 3 %.
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Este fenómeno refleja una preocupación concreta: los estadounidenses temen por una inflación galopante en productos cotidianos. Lo que empezó como una disputa entre potencias, hoy se traduce en carritos de supermercado más caros, listas de compras más reducidas y un impacto real en la vida diaria.
Por ahora, la Casa Blanca se mantiene firme en su postura. Trump afirma que “la gente se estaba asustando un poco” y que el nuevo plan busca “proteger la industria local”. Sin embargo, analistas económicos advierten que si esta guerra se prolonga, las consecuencias podrían extenderse mucho más allá de las fronteras norteamericanas.
El comercio internacional se encuentra en una zona de alta turbulencia. Las decisiones de Washington y Pekín no solo afectan sus balanzas comerciales, sino que condicionan el futuro de la economía mundial. Y como siempre, los consumidores comunes son los primeros en sentir el golpe.
Fuente: Forbes







