
La “Operación Langostino”: el día que la Argentina descubrió el narcotráfico a gran escala
Por Sergio Bustos
La hipótesis sobre la presencia nazi en la costa argentina no es nueva, pero en los últimos años sumó un nuevo capítulo en Península Valdés y el litoral patagónico de Chubut. Ya son cinco los botes hallados en las playas del Golfo San José y Bahía Redonda, restos que podrían estar ligados a la flota alemana que operó durante la Segunda Guerra Mundial.
El investigador Abel Basti, uno de los especialistas más persistentes en la reconstrucción del paso nazi por Sudamérica, sostiene que estas embarcaciones no son simples desechos costeros. Por su estructura metálica, diseño encastrable y dimensiones, coinciden con unidades de apoyo utilizadas por submarinos alemanes. Estas lanchas, según su análisis, habrían servido para trasladar combustible, víveres y posiblemente personas, durante operaciones secretas entre 1943 y 1945.
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Uno de los botes más recientes apareció en El Riacho, un paraje aislado dentro del Golfo San José. A pesar de la corrosión del mar y el paso del tiempo, conserva parte de su forma y materiales originales. Las autoridades de Parques Nacionales derivaron el caso a Áreas Protegidas y la provincia de Chubut lo reconoció como un hallazgo relevante. A pesar de que la mayoría de los cascos parecen haber sido reutilizados en décadas recientes por pescadores, algunos componentes podrían datar del período bélico.
Pero estos botes no son un hecho aislado. Se insertan en un contexto mucho más amplio de avistamientos, misterios y silencios oficiales. Durante y después de la Segunda Guerra Mundial, decenas de reportes ubicaron submarinos alemanes navegando frente a la costa argentina, desde Buenos Aires hasta Tierra del Fuego. Entre los casos más conocidos, figuran el U530 y el U977, dos sumergibles que se entregaron en Mar del Plata entre julio y agosto de 1945, ya con la guerra finalizada.
El primero llegó sin armamento, con parte de su equipo descartado y con una tripulación muy joven. El segundo, en mejor estado, conservaba sus armas y documentación. Ambos capitanes evitaron dar respuestas claras sobre el motivo del viaje a Argentina, lo que encendió las especulaciones sobre un posible plan de fuga o evacuación del Tercer Reich. Se los interrogó por el posible traslado de altos jerarcas nazis o cargamentos secretos, pero nada se confirmó oficialmente.
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Mientras tanto, se multiplicaban los informes en distintos puntos del litoral. En Claromecó, San Clemente, Mar del Sur, Bahía Creek, Caleta de los Loros y San Antonio Oeste, la policía, marinos y pescadores denunciaban presencias de submarinos, luces desde el mar, camiones que partían desde la costa y alemanes que aparecían sin pasado conocido. Muchos testimonios coincidían en las fechas y lugares, lo que sugiere que los U530 y U977 no estaban solos, sino que formaban parte de una flota mayor de al menos cuatro o seis submarinos.
En Caleta de los Loros, un punto clave al sur de la provincia de Río Negro, se acumulan las historias. Allí, en 1957, el piloto Mario Chironi afirmó haber visto desde su avión la proa de un submarino sobresaliendo del mar, en un día de marea excepcionalmente baja. Otro testigo, el buzo Carlos Massey, fue citado por la Armada en 1978 para analizar la posibilidad de reflotar dos submarinos hundidos en esa zona. Nunca más lo contactaron.
En 1980, un peón rural logró acercarse a lo que describió como restos visibles de una nave sumergida. Durante la Guerra de Malvinas, una falsa alarma en el Golfo San Matías –la misma zona– volvió a encender alertas por la presencia de “dos siluetas submarinas”. La Armada organizó en 1997 la Operación Calypso, con aviones antisubmarinos y buques de rastreo. Los resultados jamás se hicieron públicos. En 2010, el Ministerio de Defensa ordenó desclasificar los documentos, pero parte de los registros continúan en secreto.
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También hubo reportes de submarinos al norte de Península Valdés, en la desembocadura del río Negro, en Miramar y en San Clemente. Algunos relatos mencionan desembarcos nocturnos, señales de luces entre el mar y tierra firme, y detenciones de alemanes que esperaban "visitas desde el mar". Muchos fueron liberados sin explicación. En un caso registrado, una patrulla encontró rastros de un objeto arrastrado por la arena, seguido de huellas de camiones que conducían a una estancia custodiada por hombres armados. El operativo fue frenado por una orden superior.
La presencia de nazis en la Patagonia no termina en los submarinos. Varios testigos recuerdan a alemanes misteriosos que se instalaron en pueblos costeros como Miramar, sin documentación, ni pasado, ni familia. Algunos trabajaban en bares, otros eran expertos en náutica. Sus historias circularon en voz baja, y hoy son parte del folklore local.
La Península Valdés, con sus costas inaccesibles y geografía escarpada, resulta ideal para operaciones secretas. Su aislamiento natural y la baja densidad poblacional de la época refuerzan la hipótesis de que fue una escala o refugio logístico para naves alemanas.
Hoy, más de 80 años después, las playas del sur siguen devolviendo restos y preguntas. Los botes hallados podrían ser piezas menores de un rompecabezas más amplio. El hallazgo en Chubut reactiva la curiosidad de investigadores, periodistas y aficionados que buscan respuestas entre médanos, restingas y naufragios.
Quizás en alguna próxima marea baja, aparezca una prueba más. Quizás no. Pero mientras tanto, el mito de los submarinos nazis en la Patagonia sigue tan vivo como sus sombras bajo el mar.
Por Sergio Bustos
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