
Una tumba que no descansa: Los huesos de Cuauhtémoc reavivan un viejo incendio histórico
Actualidad20/06/2025


Cuauhtémoc vuelve a la escena, no desde un mural o una moneda, sino desde los huesos. La discusión que lleva décadas entre arqueólogos, historiadores y autoridades mexicanas revive con fuerza tras el estudio del investigador Jorge Veraza Urtuzuástegui, quien afirma que los restos hallados en Ixcateopan, Guerrero, pertenecen al último tlatoani mexica.

En 1949, la arqueóloga Eulalia Guzmán anunció un hallazgo que cambiaría para siempre el mapa simbólico de México: una tumba con huesos y objetos que, según ella, pertenecían al último rey azteca. Desde ese momento, la comunidad científica se dividió. Algunos vieron un fraude, otros una reivindicación histórica. A 75 años de aquel anuncio, la herida sigue abierta.
Veraza sostiene que las pruebas lo respaldan. Su análisis comparativo no deja lugar a dudas, según sus palabras. Basa su defensa en la inscripción de una placa hallada junto a los huesos: “1495-1525. Rey e S. Coatemo”, en las señales de quemaduras en los restos, y en los contextos ceremoniales que rodearon el hallazgo. Su trabajo, publicado en Cuauhtémoc negado, reabre una batalla que ya es política, cultural y también identitaria.
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Cuauhtémoc representa más que un personaje histórico. Encarnó la última resistencia contra los conquistadores españoles. Fue capturado por Hernán Cortés, torturado en busca de oro y ejecutado en 1525. Su figura se transformó en símbolo de orgullo indígena y nacionalismo. Hoy sus restos —o lo que podrían ser sus restos— funcionan como punto de encuentro entre la historia y el mito.
El INAH insiste: “No hay pruebas suficientes, los huesos pertenecen a varias personas”. Argumentan que la evidencia no alcanza para adjudicar la tumba a Cuauhtémoc y que el fervor popular no puede suplantar el rigor científico. Pero para quienes cada 28 de febrero peregrinan a Ixcateopan, esa certeza técnica no importa tanto. Allí, en la iglesia de Santa María de la Asunción, se honra a un héroe, no a un cuerpo.
El debate está lejos de cerrarse. Entre la academia, el Estado y la gente, los restos de Cuauhtémoc se convirtieron en un campo de disputa sobre el sentido mismo de la historia. ¿Qué vale más: una prueba científica o un símbolo que moviliza? ¿Dónde termina el dato y empieza la identidad?
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A pesar del rechazo institucional, la tumba de Cuauhtémoc continúa viva. No por su exactitud, sino porque expresa una memoria que no se resigna. La historia oficial podrá dudar, pero para muchos, el último emperador mexica descansa en Ixcateopan. Y su historia, lejos de apagarse, sigue ardiendo en cada discusión sobre lo que significa ser mexicano.









