
Día de las cooperativas: Actualizar su rol frente a los nuevos desafíos globales
Actualidad05/07/2025


El cooperativismo no es una reliquia del pasado, sino un sistema económico probado que sigue mostrando vitalidad en los márgenes del mercado tradicional. En este 2025, la conmemoración del Día Internacional de las Cooperativas —bajo el lema “Las cooperativas construyen un futuro mejor para todas las personas”— impulsa una revisión profunda de su función en el escenario actual, atravesado por tensiones ecológicas, tecnológicas y sociales.

Bariloche, con su constelación de cooperativas de trabajo, representa una de tantas expresiones concretas de ese modelo de organización autogestionada que se despliega a lo largo del país. Desde hace más de un siglo, experiencias como “El Progreso Agrícola” en Pigüé (1898) o la cooperativa eléctrica de Punta Alta (1926) ilustran una vocación arraigada en el territorio argentino, extendida entre campesinos, tamberos, trabajadores independientes, personas mayores y usuarios de servicios básicos.
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El autor Roberto Fermín Bertossi sostiene que la dinámica cooperativa se mantiene vigente incluso en contextos de desconfianza o desregulación. Si bien persisten dificultades, como una legislación que no se actualiza desde hace más de cinco décadas, eso no debería invisibilizar su potencial como herramienta de inclusión y dignidad. Su capacidad de adaptación al nuevo siglo es parte de un debate pendiente en la agenda política y económica del país.
“El cooperativismo del siglo 21 tiene que estar adaptado a los nuevos tiempos, no concebido tal cual lo hicieron nuestros padres y abuelos”, señaló Ercole Felippa del Grupo Manfrey, uno de los referentes nacionales del sector. Su advertencia apunta a una renovación conceptual y práctica, que le permita al modelo cooperativo responder a los desafíos contemporáneos sin perder su esencia solidaria.
La Alianza Cooperativa Internacional coincide con esta mirada y plantea la necesidad de soluciones inclusivas y sostenibles para un mundo en transformación. Frente al avance de la inteligencia artificial y la amenaza de colapsos ecológicos, se torna imperioso construir alternativas económicas que prioricen la vida comunitaria, la equidad y el respeto por los entornos naturales.
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Bertossi advierte que el sector tampoco está exento de peligros internos, como el uso fraudulento de la figura cooperativa en esquemas piramidales o cajas mutuas de dudosa legalidad. Esa vulnerabilidad exige una vigilancia constante, pero también una normativa más moderna que fortalezca los controles sin desnaturalizar la lógica asociativa.
La Doctrina Social de la Iglesia, en palabras del papa León XIV, invita a rescatar el brillo genuino de las cooperativas como subsistema económico complementario e integrador. Lejos de competir con el mercado, puede aportar valor a los intereses individuales de sus miembros y contribuir a un bien común más palpable.
En zonas inhóspitas o poco pobladas, las cooperativas son en muchos casos la única garantía de servicios esenciales como agua, energía o conectividad. La frase de Leopold Kohr cobra especial fuerza allí: “Con muchos poquitos, podemos hacer un mucho”. Esa es la lógica con la que operan cientos de cooperativas argentinas que no figuran en los grandes balances económicos pero sostienen la vida diaria de miles.
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Byung-Chul Han aporta una dimensión filosófica al fenómeno: la esperanza no es una emoción pasiva, sino una actitud activa ante el futuro. Desde esa perspectiva, el cooperativismo debería ser comprendido como una forma concreta de esperanza organizada, capaz de activar recursos, talentos y esfuerzos colectivos en pos de un proyecto compartido de bienestar.
En la era del individualismo digital y la polarización política, las cooperativas pueden volver a significar una forma eficaz de producir, consumir y convivir con otros. No se trata de una utopía, ni tampoco de una simple efeméride, sino de una herramienta de transformación que aún conserva poder movilizador.
La experiencia demuestra que donde florece una cooperativa, también crece un entramado comunitario más resistente, empático y resiliente. Las historias que se multiplican en pueblos y ciudades dan testimonio de una economía social que no se resigna a quedar en los márgenes, sino que pide ocupar un lugar protagónico en las políticas públicas.
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El debate actual no es si el cooperativismo es viable, sino si estamos dispuestos a resignificarlo a la altura de este siglo. Adaptar sus estructuras, renovar su marco legal y revitalizar sus principios podría marcar la diferencia entre una alternativa viva y una historia nostálgica.
Para eso hace falta voluntad política, pero también convicción cultural. Cooperar, en definitiva, es una forma de acción que compromete a muchos con el destino común de sus comunidades. Esa sigue siendo la fuerza transformadora que el cooperativismo ofrece, incluso en tiempos difíciles.









